Compareció en rueda de prensa Álvaro Queipo, secretario general del PP, como nuevo líder de la organización asturiana tras la dimisión de Teresa Mallada. Para que no hubiera dudas, afirmó que asume las competencias de la presidencia del partido desde su condición de secretario general. Ahora deberá demostrar que las asume en la práctica con las decisiones que tome. No obstante, dada la planificación realizada en Madrid, el PP asturiano seguirá instalado en una extraña situación de provisionalidad hasta que informen desde la sede de Génova de quién va a ser el candidato autonómico, una responsabilidad para la que no se descarta a Álvaro Queipo. ¿Cuánto tiempo habrá que esperar?

El nuevo líder transmitió el encargo que le hizo la dirección nacional del partido, consistente en preparar a la organización regional para la competencia electoral. Les toca, según explicó, construir la alternativa al Gobierno de Barbón, algo que pasa por redactar el programa electoral y engrasar la maquinaria del partido. Esa misma hoja de ruta tienen todos los partidos cuando faltan seis meses para empezar la campaña electoral. A las tareas que asume, que entran dentro de la rutina de las organizaciones, les puso Queipo un titular, al decir que la alternativa que prepara tiene como objetivo, «echar al peor Gobierno de la historia de Asturias». Un buen enunciado para despertar a una militancia acostumbrada a las derrotas.

En general, ganar elecciones desde la oposición no es empresa fácil. En el caso asturiano la dificultad aumenta, porque de las once elecciones autonómicas habidas, el PSOE, el partido actualmente en el poder, ganó en nueve ocasiones; de las dos restantes, en una ganó el PP y en la otra Foro. De estas dos últimas, únicamente en una, en el año 2011, cuando ganó Cascos, la derecha tuvo mayoría absoluta aunque no la explicitó en la sesión de investidura. En 1995, Marqués pudo gobernar por la desunión de la izquierda. Mandaba Julio Anguita en IU e impidió el acuerdo. Desde 1983, primeros comicios, hasta hoy, la derecha nunca lo tuvo fácil en nuestra región. Ahora bien, las estadísticas electorales hablan del pasado, el futuro es un arcano. Queipo tiene la obligación de vencer la inercia. Para ello hace falta una dosis de entusiasmo y otro tanto de inteligencia política. Acertó al señalar a Barbón, porque ahora el mensaje político se centra más en los líderes que en las siglas. Le falta lo más difícil: convencer a la sociedad de que su alternativa es la mejor.