Alvaro Queipo empezó a ejercer de líder del PP con dos reuniones, primero con los acaldes y, luego, con el comité de dirección. El flanco municipal es la mayor debilidad del PP asturiano con sólo ocho alcaldes frente a los cincuenta y tres del PSOE. Aunque parezca contradictorio, es en ese sector donde el PP tiene su principal fortaleza institucional: el Ayuntamiento de Oviedo. No es nada extraño, lo mismo pasaba en los tiempos en que Gabino de Lorenzo era el regidor de la capital. La opinión del alcalde Alfredo Canteli pesa en Génova y por eso su apoyo rotundo a Álvaro Queipo es muy importante para que se afiance en el cargo. Con maneras desenvueltas validó el liderazgo de Queipo: «Es amigo mío. Lo apoyo a muerte». Los políticos no hablan así, pero Canteli prefiere usar un lenguaje que entiende todo el mundo. El alcalde fue más allá y advirtió de que «no soy afiliado, pero lo seré cualquier día». Ante Madrid, puede Queipo apuntarse el tanto de haber preparado el campo para que el alcalde sea militante.

A la reunión del comité de dirección acudió Mallada. Como nos toca avanzar opiniones, sin quedarnos en la mera descripción física de los hechos, creo que la presencia de Mallada entra dentro de la lógica. La expresidenta, cuando leyó el discurso de despedida, dijo que seguiría en la Junta General del Principado como portavoz. Una afirmación audaz porque la portavocía no es un cargo de mandato, como el escaño, sino que se mantiene o cambia en función de las circunstancias. Si anunció que seguiría es porque lo pidió en Madrid y se lo concedieron. Cuando en Génova citaron a Queipo para darle las últimas instrucciones, entre ellas iba la permanencia de Mallada al frente del grupo parlamentario. En la primera rueda de prensa lo corroboró: «No habrá cambios». Esta anécdota ilustra cómo se mueven los aparatos de los partidos en Madrid con respecto a la periferia: marcan como objetivo al nuevo líder ganar las elecciones sin darle medios y obligándole a respetar ciertas condiciones que le quitan capacidad de maniobra. Sin embargo, si el resultado electoral es malo, toda la culpa es para el líder que, oficialmente, ‘no sirve para nada’. Mallada cumplió con su parte y asistió a la reunión. Normalidad en el PP: alta integración. Para que no haya confusión, me apresuro a afirmar que todo esto ocurre también en el PSOE. En el resto de partidos todavía es peor.

De los primeros pasos de Queipo me quedo con el guante que lanzó el otro día al Gobierno: el peor de la historia. A ver cómo encaja la réplica.