Para empezar a hablar de las cuentas regionales nada mejor que una cita de los clásicos: ‘Donde empiezan los presupuestos acaba la retórica’. Es cierto, las cifras no estiran como las palabras ni caben entre las partidas las metáforas o las extrapolaciones interesadas. Los números tienen la fuerza de la fotografía. El incremento de 538 millones de euros en el proyecto presupuestario, con respecto a las cuentas del presente año, se corresponde con el aumento de la recaudación por impuestos directos e indirectos. Los ingresos tributarios pasaron de 2.500 millones a 3.000 y debido a ello se pudo elevar el gasto corriente y las inversiones. En otras ocasiones, el crecimiento de las cuentas solía ir financiado con cargo al endeudamiento, pero en esta ocasión se basa en los ingresos propios. El cambio es notable, porque las deudas hay que pagarlas, como todo el mundo sabe, pero la clase política lo ignora o finge ignorarlo. De hecho, el servicio de la deuda se elevó hasta formar la tercera partida de las cuentas (la ‘Consejería de la Deuda’), tras sanidad y educación. Con el proyecto presentado la deuda pasa por un punto de inflexión, sin que sepamos si ya hemos entrado en un ciclo virtuoso o volveremos a las andadas financiando el déficit primario con dinero ajeno.
En la agenda del próximo año están marcadas las citas electorales. A finales de mayo se renovarán los consistorios y la Junta General del Principado y en las últimas semanas del año, sin conocer todavía la fecha concreta, por ser una prerrogativa del presidente del Gobierno, se celebrarán las elecciones generales. Un ejercicio superelectoral, donde está en juego el poder territorial en todas sus dimensiones. En una coyuntura así, todos los gobiernos se esfuerzan por presentar presupuestos expansivos que beneficiarán a más ciudadanos con el crecimiento de las inversiones y, sobre todo, del gasto social. No es cosa de Adrián Barbón ni del Partido Socialista. La utilización del presupuesto como revulsivo económico y social es algo común a todos los partidos de la más diversa ideología. No hay alcalde que no haga más gasto en vísperas electorales.
Me gustaría poner los pies en el suelo para hacer la siguiente reflexión. Hasta febrero hay pausa parlamentaria. En marzo finaliza la legislatura. En julio se celebrará la sesión de investidura. En definitiva, habrá poco más de cuatro meses para ejecutar el presupuesto más voluminoso de la historia. Demasiada mercancía para tan poco tiempo.