La reunión de los afiliados asturianos de Ciudadanos en el Palacio de Congresos de Oviedo no solucionó ninguno de los interrogantes que había antes del encuentro. Las bases del partido querían saber si Nacho Cuesta, responsable de la organización regional, iba a seguir en el partido o se integraría en la candidatura municipal del Partido Popular. El vicealcalde del Ayuntamiento de Oviedo asistió a la reunión, pero no dijo nada definitivo sobre lo que va a hacer. Es un secreto a voces su pase al Partido Popular, aunque ante los micrófonos no confirmó lo que todos saben.
Carlos Pérez-Nievas, número dos de la presidenta Inés Arrimadas, dijo que «si Nacho Cuesta no estuviera a mi derecha, pues tendría un problema, pero está conmigo aquí y no tengo nada más que hablar. Estamos los dos en Ciudadanos. Punto».
Pérez-Nievas sabe perfectamente lo que va a hacer Nacho Cuesta, porque un sector de la dirección nacional se prepara para hacer un viaje parecido, desde las ruinas de un partido devastado por las derrotas electorales al confort de militar en uno de los dos grandes partidos de España. No solo es una opción legítima, sino lógica, pero lo que no tiene un pase es que oculten la operación a la militancia.
En vez de debatir sobre la cuestión, cubren con un manto de silencio la negociación con el Partido Popular. Convierten en una salida sustanciosa para vips lo que debería ser una operación colectiva de un sector más o menos amplio del partido integrándose en otra formación política con la que guardan semejanzas ideológicas.
Me extraña que Pedro Sánchez o Adrián Barbón, cada uno en su ámbito, no hayan hecho gestiones acerca de la dirección de Ciudadanos para ver si todavía quedan dirigentes y afiliados de la sensibilidad socialdemócrata en el partido naranja. Aunque parezca que pasaron siglos, hasta la IV Asamblea de Ciudadanos (febrero 2017) el partido se definía como socialdemócrata. A partir de entonces se pusieron la etiqueta de «liberal, progresista, demócrata y constitucionalista». Ni conservador ni comunista. Un año antes, en marzo de 2016, Sánchez y Rivera hicieron un pacto para la investidura con 300 puntos programáticos.
El voto mancomunado de los grupos parlamentarios del Partido Popular y Podemos frustró la investidura de Sánchez. Sé que Sánchez y Barbón tienen mayorías de izquierdas con las que aprueban presupuestos (y con alguna otra ayuda: nacionalistas, reubicados, etcétera), pero de cara a los procesos electorales dudo que sea la actitud más inteligente. El PP, sin embargo, sube a todos al bus.