Mensaje de Fin de Año del presidente del Principado, pronunciado desde el Museo de la Minería, el equipamiento cultural más visitado de las cuencas mineras. Los discursos de Fin de Año tienen un formato parecido en todas las comunidades autónomas: tienden a ser de una extensión breve o moderada, con referencias políticas centradas en los principales asuntos del año que termina o en los objetivos que se alcanzarán en el nuevo curso. Todo ello acompañado del espíritu de concordia que forma parte del guion oficial de las fiestas. El discurso no tiene nada que ver con una intervención en un debate parlamentario, por esa razón voy a dejar de lado las referencias a proyectos concretos y me referiré a algunas afirmaciones de Adrián Barbón.
«El Principado está en condiciones de ponerse en vanguardia de la revolución industrial imparable que vive Europa». En los años pasados, y en el presente, no hay indicios de poder realizar esa hazaña. La industria asturiana ha perdido competitividad en lo que va de siglo y tiene tareas pendientes, como el redimensionamiento de las pymes y la mayor implicación en las cadenas de valor. Es cierto que importantes empresas industriales y energéticas radicadas en Asturias participan de proyectos relacionados con el hidrógeno, pero eso ocurre también en otros países. En este campo, como en otros, la competencia es internacional; tanto Canadá, como Estados Unidos, van por delante, con apoyo de los estados y grandes empresas implicadas, como ArcelorMittal. Además, cuentan con chatarra propia e industrias con una huella de carbono muy inferior a las de Asturias.
«Si algún territorio necesita tener esperanza, esas son las cuencas mineras del Nalón, Caudal y suroccidente. La minería terminó, pero no su cultura y la posibilidad de crecimiento económico». Cierto, nadie está más necesitado de esperanza que las comarcas citadas por el presidente. La cultura minera, el trabajo abnegado, la solidaridad, son encomiables, pero esa cultura también conlleva vicios, nacidos en Hunosa, y que han contaminado las relaciones laborales y la economía regional. Vicios que nunca criticaron los gobiernos asturianos.
El presidente aludió a «la recuperación de la autoestima de Asturias, ese orgullo de pertenencia tan necesario» Hoy día el orgullo está de moda. Es un término que se ha tergiversado. El orgullo está unido, siempre, a actuaciones meritorias. Si no hay mérito, el orgullo se convierte en un sentimiento de superioridad patológico.