No estamos en una etapa brillante de nuestra historia, ni a escala nacional ni regional. Desde la profunda crisis de 2008 no levantamos la cabeza, aunque hubo unos años de tregua (2014-2020). A los quebrantos económicos y emergencias sanitarias se han añadido problemas políticos, creados artificialmente. Las cosas importantes, de las que depende el futuro, quedan relegadas (productividad, deuda, cohesión territorial), mientras se ponen en primer plano cuestiones anecdóticas o propagandísticas. Hace años se hizo visible que carecemos de élites, un grave problema que empeora poniendo a irresponsables al frente de las responsabilidades públicas.
Pese a ello, hay algunos asuntos que están bien orientados y antes no lo estaban. Voy a tirar del hilo del Corredor Atlántico para llegar a cuestiones más generales.
El Corredor Atlántico -me refiero al ramal del noroeste (Asturias, Galicia, Castilla y León)- existe por voluntad de empresarios y políticos. La cumbre del pasado viernes, que pone las bases para captar inversiones y subirnos a los vectores del transporte europeo, no nació del empuje de la gente, sino de la decisión de gobiernos y patronales. Digo esto porque, así como el Corredor Mediterráneo lo visualizaría un niño de diez años -en la época en que se estudiaba con libros-, el noroeste, como corredor, como línea quebrada en el mapa que une los puertos del Atlántico con Palencia es fruto de la voluntad creadora del hombre. Uno es producto de la inercia (Mediterráneo), el otro (noroeste) de la necesidad.
Para salir del letargo, propio de regiones envejecidas donde hay mucho agraciado con el incremento del 8,5% en la pensión, hizo falta que un agente externo se convirtiera en enemigo. Ese fue el Corredor Mediterráneo (Algeciras-Figueras) que pidió a la ministra de Transportes que no financiara al Corredor Atlántico. Son más, tienen más riqueza y están muy bien conectados con el Gobierno. Pese a ello pretenden expulsar de las redes ferroviarias modernas a regiones declinantes que no pueden cometer la frivolidad de descolgarse de la modernización europea.
Lo más importante de la tensión entre los corredores es que se ha creado un nuevo agente político: el noroeste. Una marca para hacer política en el futuro, cuando Asturias sea un pequeño bote zarandeado por las olas de los grandes territorios autonómicos.
El reflejo defensivo, que lleva a la asociación de regiones, no es fruto de un día. Lleva años gestándose. El modelo se puso de largo en noviembre de 2021, con la declaración de Santiago, en la que ocho presidentes autonómicos, entre ellos, Barbón, pedían soluciones al Gobierno sobre financiación y despoblación. La España vaciada, de la que su máximo exponente es el noroeste, presentaba un modelo de financiación que chocaba con las pretensiones de las regiones más habitadas, (Cataluña, Madrid, Andalucía). La declaración de Santiago acabó con la pretensión de tomar el tamaño de la población como único factor de reparto de recursos.
En la discusión sobre los corredores de transporte, como en el debate sobre las recetas ante la despoblación y el modelo de financiación autonómica desaparece el eje norte-sur que tanto dividió en el pasado. En España la diferencia cultural, económica o social se articuló, históricamente, entre un norte industrial e instruido y un sur pobre y escasamente cualificado. Lo mismo sucedió en Italia, dónde el Mezzogiorno, o la cuestión meridional como lo expresaba Gramsci, fue el gran lastre. Lo que antes de la unificación nacional era el Reino de Sicilia.
Sin haberse borrado los rasgos históricos, el debate territorial en España se articula cada vez más entre el este y el oeste. En la Ruta de la Plata, ejemplo perfecto de trazado norte-sur, con más de 800 kilómetros de recorrido, todos los territorios están por debajo (o muy por debajo) de la renta per cápita media española. En el oeste no están las sociedades más pujantes.
Antes de la democracia, ya se hablaba del triángulo del progreso, Madrid-Barcelona-Valencia. Ahora ese territorio promisorio se ha ampliado con la vitalidad de la ciudad de Zaragoza (los milagros de la mayor zona logística del sur de Europa), las ventajas fiscales de vascos y navarros y quizás la revolución de Málaga, la provincia con más crecimiento demográfico de España (un incremento del 32% desde el inicio del siglo), con una capital que lidera el desarrollo económico y tecnológico de Andalucía. Dentro de la otra mitad del mapa, en el oeste de España, solo se salva Valladolid, que se beneficia del gran motor que es Madrid.
El formato de comunidad uniprovincial nunca fue muy propicio para obtener logros dentro de la España de las Autonomías. Los retos que nos aguarda el futuro estarán marcados por el contraste este-oeste, por eso no debemos enfrentarlos solos, necesitamos abordarlos desde la plataforma del noroeste.
En la cumbre de Santiago, Adrián Barbón habló de la deuda histórica que tienen los gobiernos de España con Asturias, Galicia y Castilla y León. Es una buena manera de salvar las diferencias ideológicas con los gobiernos vecinos de gallegos y castellanos. De hacer causa común. Si compartimos intereses, debemos participar de la misma estrategia. El noroeste tiene seis millones de ciudadanos, la cuarta autonomía por tamaño, si sabemos alzar las mismas banderas.