Juan Velarde Fuertes tenía una sólida formación intelectual y una permanente vocación de servicio a la sociedad. Inspector de Trabajo (número uno de su promoción) y catedrático de Estructura Económica, era capaz de convertir cualquier conversación en una clase magistral sobre los más variados asuntos culturales. Su facilidad para abarcar cuestiones dispares, como la economía o el arte, lo convertían en un generalista, especie de intelectual de la que ya no quedan ejemplares. Su principal preocupación era instruir a la sociedad sobre la economía, una ciencia moderna -formó parte de la primera hornada de economistas en España- que busca aportar racionalidad en las decisiones individuales y colectivas sobre inversión, consumo, ahorro, etcétera. Ese afán de enseñanza lo emparentaba, medio siglo más tarde, con el espíritu del regeneracionismo.
A diferencia de Francia, en España, durante la segunda mitad del siglo XX, las principales figuras del pensamiento económico participaban de los mismos paradigmas, de forma que pudieron influir en la política, cada uno desde su tribuna, en favor de la liberalización de la economía y el equilibrio fiscal. Fruto de esa voluntad de extender el conocimiento colaboró desde los años cincuenta con diversas publicaciones. La vertiente generalista y publicista no restó un ápice de rigor a su labor como profesor de Economía de la Universidad Complutense de Madrid, autor de una cincuentena de libros que le llevaron a recibir multitud de premios, entre ellos, el Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 1992. Siempre trabajó desde dentro del sistema, pero con un claro sesgo reformista que le llevó a impulsar la creación del Salario Mínimo Interprofesional, en los años sesenta, figura que a día de hoy todavía no existe en países como Italia, Austria, Suecia o Finlandia.
Asturiano en Madrid y, por tanto, con la mirada puesta en el norte, fue una figura clave para promover los Cursos de La Granda en la transición, junto con López-Cuesta y Enrique Fuentes Quintana. Fueron los precursores de tantas escuelas de verano de las universidades españolas. La calidad de los ponentes (más de 2.400), entre los que hubo dos premios Nobel (Severo Ochoa y Harald zur Hausen), y el ambiente sosegado en La Granda, alejado de los centros urbanos, convirtió la iniciativa de Velarde en una de las principales actividades culturales de Asturias en la democracia. Se despide a los 95 años un intelectual que solo se movió por el interés público.