En la entrevista con Alejandro Calvo, que se publica en estas páginas, se comprueba cómo las actuaciones del Ministerio de Transporte en nuestra región mantienen el aire de la antigua usanza: hago lo que considero oportuno sin informar a la autoridad del lugar. Tal parece que la cúpula del ministerio, Adif, Renfe, etcétera, operan en un Estado de corte centralista donde todo se decide desde Madrid, sin perder el tiempo en hablar con los representantes de los lugareños. Del retraso en la apertura de la variante de Pajares se enteraron el presidente Barbón y el consejero de Cohesión Territorial a la vez que el resto de asturianos. Mucho compartir vagón en los viajes de prueba, pero de los asuntos importantes se informan por los periódicos. No es de recibo que la ministra Raquel Sánchez no descuelgue el teléfono para decirle a Adrián Barbón que la inauguración de mayo se aplaza.
El consejero tiene mentalidad positiva y es capaz de convertir el fracaso en oportunidad: al retrasarse la inauguración se tendrán mejor preparadas las actuaciones que baraja el Principado para sacar rendimiento a la variante. En cuanto al famoso fiasco de los trenes que no caben por los túneles, voceado por Revilla para toda España, resulta todavía más evidente que el Principado no sabía nada hasta que pasó por el kiosco. Cómo iba a saberlo el Gobierno regional si hasta la propia ministra desconocía el aviso dado por la empresa constructora. Uno intuye que el Ministerio de Transporte es un poder autónomo dentro del Gobierno de coalición, como lo es el Ministerio de Igualdad de Irene Montero, aunque en este caso la ministra manda mucho más porque no hay ingenieros que le lleven la contraria. Si a la falta de información sumamos la reiteración en los errores, la conclusión que debemos sacar es que del Ministerio de Transportes no te puedes fiar. Cada vez que anuncien una inversión, avancen un plazo o presenten un proyecto no les debemos tomar al pie de la letra. Algo habrá, sin duda, pero cualquier cosa menos darlo por hecho.
En la entrevista nos enteramos de que el Gobierno regional da un plazo máximo de tres años para la entrega de los trenes. Una demostración de optimismo, ‘avant la lettre’, porque no se entiende cómo el Principado se siente en condiciones de poner plazos a un ministerio que le hace la cama a la propia ministra. Si ya quedó comprobado que no hay comunicación con Madrid en materia de trenes, resulta absurdo arrogarse la competencia de ejercer de jefes cuando no ganamos para disgustos.