El escándalo de los trenes asturianos y cántabros ha cruzado la fina frontera que separa al drama de la comedia. El secretario general de Infraestructuras, Xavier Flores, ha dado el paso al relatar en rueda de prensa lo que, a su juicio, había ocurrido con los convoyes. Tras estar quince días creyendo que se habían diseñado vagones demasiado grandes para entrar por los viejos túneles, resulta que ocurrió lo contrario, Adif y Renfe, los dos entes empresariales del desaguisado (hay un reportaje pendiente sobre los sueldos que se pagan y la productividad que tienen las empresas estatales, autonómicas y municipales, la mayor bolsa de ineficiencia y enchufismo del sector público) diseñaron unos trenes excesivamente pequeños, auténticas miniaturas que no servían para acomodar pasajeros en su interior. No valían para dar servicio como trenes de cercanías, quizás sí como elemento lúdico de feria, girando sin parar por un túnel oscuro que tendría como aliciente el protagonismo activo de una bruja con escoba.

Uno pensaba que el viaje a Santander del número tres del Ministerio de Transportes tenía como objetivo calmar la indignación ciudadana, esbozar expectativas positivas para salir del fracaso y ofrecer garantías. No ha sido así, el alto cargo ministerial consideró más interesante desmontar el relato del gigantismo ferroviario con una narrativa liliputiense, quizás para eclipsar la imagen ridícula del tren atascado en un túnel de talla inferior. Pues bien, la idea del trenecito es tanto o más ridícula que la anterior, ya que Adif y Renfe pasan, en el primer caso, de medir mal túneles y vagones, a confeccionar, en el relato de Flores, un convoy no apto para cromañones.

Si creía este señor que de esta manera se acababa la rechifla está muy equivocado, ya que pululan por los teléfonos móviles mil imágenes de los trenes eléctricos de nuestra infancia que llevan a lomos a los políticos del presente.

En el vídeo de la rueda de prensa me sorprendió la cara sonriente del directivo ministerial, explicando con maneras relajadas la confusión habida con las medidas, al modo de los optimistas que acuden a tanatorios dando palmadas sin reprimir risas. Para la cúpula de uno de los ministerios que más gasta, la inadecuación de trenes y túneles es un asunto típico de las regiones cantábricas, donde la orografía pone dificultades y los técnicos se equivocan con frecuencia (variante de Pajares). Qué más da tres años de retraso, cuando en otros proyectos acumulan veinte.