Las pruebas de la Evaluación para el Acceso a la Universidad (EBAU) progresan adecuadamente en post del objetivo de hacer felices a alumnos, padres y profesores. Entre 2020 y 2022 aumentó el 82% el número de discentes que sacaron sobresaliente en España. En el caso de Asturias, ya son un tercio de los alumnos los que obtienen esa calificación. Si miramos por la parte de las notas más bajas, desde 2015 a 2022 creció el 46% el porcentaje de aprobados.
En las pruebas para obtener el permiso de conducir hay un nivel de suspensos muchísimo más elevado que en la EBAU. Con datos de la Dirección General de Tráfico, relativos al año 2017, sólo el 27% de los aspirantes a conductores lograron ser aptos en la primera prueba. El pasado año, en la Universidad de Oviedo, aprobaron la EBAU el 96,6% de los alumnos. Es mucho más difícil sacar el carnet de conducir que aprobar el acceso a la Universidad de Oviedo.
No siempre fue así. En los años sesenta del pasado siglo, los exámenes que hacían los bachilleres para entrar en la Universidad se llamaban Pruebas de Madurez; las superaban, de media, el 49,95% de los alumnos, un porcentaje que aumentaba al 53,08% si consideramos sólo las notas de las mujeres. No se pueden comparar mecánicamente los porcentajes de aprobados porque son épocas distantes, con sistemas políticos diferentes y objetivos distintos. No obstante, la asimetría es demasiado llamativa como para no reflexionar sobre ello.
¿Qué está ocurriendo ahora? Todas las grandes decisiones sobre la educación van en el mismo sentido: aligerar currículos, falsear las evaluaciones y expender el mayor número posible de títulos. La LOMLOE de la ministra Celaá redujo las materias, inventó el paso de etapas con asignaturas pendientes y abrió la puerta para que el alumno se promocione no por el nivel de conocimientos, sino siempre que se considere más beneficioso para la criatura pasar de curso que repetir. Las titulaciones las otorga el equipo docente. Con esas disposiciones, el fracaso escolar se reduce al mínimo y las titulaciones alcanzan el máximo. En la misma línea Pedro Sánchez anunció la modernización de la Formación Profesional para dar títulos a 3,3 millones de trabajadores que carecen de acreditación profesional.
El espectacular éxito de los alumnos en la EBAU es continuación de todo lo dicho. Ahora bien, hay alguna particularidad que resaltar para entender el fenómeno ilusionante de la juventud que mejora cada año el rendimiento académico. Cada vez atesoran mas conocimientos.
El declive demográfico hace que haya menos jóvenes. Las infraestructuras escolares están sobredimensionadas y hay mano de obra sobrante en las plantillas de la Consejería de Educación. Si nuestro sistema educativo fuese eficiente (la famosa eficiencia que confunden nuestros políticos con eficacia), se haría lo mismo con la mitad de profesores. Estas holguras o excesos afectan a la Universidad de Oviedo, que tiene más profesores ahora que en el año 1995, cuando había 43.000 alumnos estudiando la carrera, en vez de los 17.000 que cursan grados en la actualidad.
A todos los colegios e institutos les beneficia aprobar para que las familias envíen a sus hijos a los centros. La Universidad tampoco se puede permitir el lujo de rechazarlos, aunque sí reconducir su vocación hacia una u otra titulación, según las conveniencias de la institución. En cuanto a los padres, participan en la gestión escolar desde las escuelas de ciclo Infantil, así que llega un momento en que su opinión es vinculante.
Suspender va en contra de las leyes, de los intereses de las instituciones, de los alumnos y de sus padres. La estadística lo recoge: sólo el 1% de los alumnos tiene un cinco o un seis de media en el Bachillerato. Por su parte, el Consejo Social de la Universidad de Oviedo libra su particular cruzada contra profesores y materias que acumulan suspensos. En medio de este juego de intereses políticos, corporativos y familiares, Asturias va en cabeza. Tenemos la mejor tasa de titulación de la ESO en España, la tercera mejor tasa de titulación en Bachillerato. También somos los terceros en menor tasa de repetición. Somos los segundos en porcentaje de aprobados en la EBAU.
En lo que respecta la EBAU el cambalache se organiza, metódicamente, dando el 60% de la nota a las calificaciones del instituto, reproduciendo el formato de exámenes de la EBAU desde la Universidad y estando atentos a las sugerencias que llegan desde la autoridad competente.
Toda esta ficción se vino abajo con la prueba de Química de la EBAU de este año, cuando un examen dejó boquiabiertos a los alumnos, irritados a sus tutores y escandalizada a la sociedad. Cuando alguien no cumple con su papel en la ficción, se descubre la farsa. Hace cincuenta años, cuando España tenía 2.247 dólares de renta per cápita, los alumnos llegaban a la Universidad mucho mejor preparados que ahora, cuando somos ricos. Esa pérdida de conocimientos en las etapas formativas es el mayor problema que tenemos para tener un futuro más próspero. No hay posible progreso con un sistema educativo mediocre, en que se pone el acento en programas ideológicos, sin evaluar el nivel de conocimiento de los alumnos.
Ni el Gobierno asturiano ni la oposición quieren hablar de educación, se conforman con que cumpla la tarea de escolarizar. De tener unas estadísticas formidables se encarga el sistema.