Adrián Barbón ha comunicado a la dirección de la FSA que Juan Cofiño será el candidato socialista para presidir la Junta General del Principado. Es, sin duda, la noticia más relevante de la política regional desde la celebración de las elecciones del pasado 28 de mayo. No estaba en los planes iniciales enviar a Cofiño a presidir la Cámara, una actividad para la que ya demostraron suficiente competencia todos los diputados que recibieron ese encargo. Barbón lo llamó en 2019 para ser vicepresidente y asumir la dirección de la mayoría de los asuntos de gobierno. Un consejero del Principado me decía un día que, incluso, en las reuniones para confeccionar el presupuesto regional, con la consejera de Hacienda presente, Cofiño era el que aprobaba o rechazaba los gastos que resultaban más discutibles.
Hubo cambio de planes. Es obvio. El vicepresidente era partidario de no dejar desatendido el espacio del centro para evitar que el PP lo ocupara. El resultado electoral vino a avalar su tesis. Mantenía fluidas relaciones con Ciudadanos y tensas con IU. El mayor conflicto surgió en la tramitación parlamentaria de la Ley de Calidad Ambiental. En la campaña electoral Ovidio Zapico aseguró que la norma se modificará si el Gobierno quiere pactar con IU. En las urnas, Ciudadanos desapareció e IU creció. La aritmética parlamentaria manda e IU es el socio preferente del Gobierno de Barbón. No tiene sustituto, porque más allá del PSOE e IU, sólo está el escaño de Podemos. La posición del vicepresidente ante los grupos a la izquierda del PSOE tenía un fondo estratégico, no era un asunto accidental. Dicho todo lo anterior, supongo que Barbón y Cofiño habrán hablado para elegir la mejor opción. La pasada semana Barbón declaraba que «Cofiño será lo que quiera ser». Ya quedó desvelado.
La solución alcanzada habla del pragmatismo del PSOE, pero todo tiene un coste. El Ejecutivo de Barbón tiene un déficit de peso político. Cofiño no era un simple ‘primus inter pares’. El presidente tendrá que abordar una reforma profunda del Gobierno, porque se marcha uno que vale por seis. En cada legislatura la calidad de los gobiernos baja. Es una constante. Imagino que en ello influyen hasta las retribuciones. Una persona con un buen currículo no va a trabajar por 60.000 euros brutos a una ’empresa’ que está muy mal valorada por la opinión pública. En las próximas semanas le tocará a Barbón realizar la tarea más difícil del mandato: formar un equipo competente. No es necesario que todos sean del Nalón.