El presidente Barbón sorprendió con un mensaje donde rinde tributo a Juan Cofiño. Reconoce que en el pasado mandato aprendió mucho junto a él: «Sé lo que significa gobernar Asturias gracias a Juan». Lo considera una persona clave en la historia reciente de la región y termina con un expresivo «le debo mucho». Entre alabanza y alabanza, informó de un hecho desconocido: «Meses antes de las elecciones me explicó que no podía seguir en el Gobierno, que necesitaba rebajar la intensidad de su trabajo por razones muy personales que entiendo y respeto». ¿De estas palabras se puede colegir que el paso de Cofiño del Gobierno a la Presidencia de la Junta es por las razones personales que le obligan a rebajar la intensidad del trabajo? Vayamos al asunto.
Durante el primer año de la pasada legislatura trascendió que el vicepresidente tenía algunos achaques de salud, como le ocurre a la mayoría de las personas que superan los 60 años. Cuando salíamos del confinamiento, las competencias sobre infraestructuras pasaron de Cofiño a Alejandro Calvo. Aunque el vicepresidente estuviera completamente sano, había que descargarle su agenda de trabajo, ya que en la mochila llevaba todos los problemas del Gobierno. En los tres años siguientes del mandato las novedades sobre Cofiño llegaron por el lado de la política, al chocar algunas de sus reformas administrativas con IU. La Ley de Calidad Ambiental y la posibilidad de que las cámaras de Comercio participaran en la gestión de los fondos europeos constituyeron elementos fuertes de discrepancia entre el vicepresidente y el principal aliado del Gobierno. Por entonces Cofiño ya había explicado, puertas adentro, que la agenda de reformas exigía entendimiento con los diputados del centro. No todos los socialistas comulgaban con esa estrategia. La Ley de Calidad Ambiental y la Ley de Empleo Público tardaron un año en tramitarse. Celebradas las elecciones autonómicas, el centro político quedó laminado e IU se convirtió en el obligado socio estratégico del Gobierno. La aritmética parlamentaria no permite otra alternativa para gobernar. En ese contexto, Cofiño, que volvió a la política para hacer cosas, comprobó que sobraba. Había ido de numero tres en la candidatura electoral para seguir con la tarea encomendada por Barbón, pero el resultado de los comicios impuso el cambio de planes. El presidente siente sinceramente la marcha de Cofiño, pero hay dirigentes socialistas que no están especialmente compungidos.