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Juan Neira

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EL NÚMERO DOS

No estaba en el guion que Juan Cofiño no formara parte del Gobierno tras las elecciones. La decisión fue muy reciente, porque en caso contrario tampoco hubiera estado ocupando el tercer lugar en la candidatura autonómica encabezada por Adrián Barbón. Iba de tres, pero era el dos, como aclaró el propio presidente cuando en una entrevista le preguntamos por su peso real en la candidatura (estaba relegado al tercer lugar por exigencia de las listas cremallera: no pueden ir dos mujeres ni dos hombres seguidos).

Hubo cambio de planes cuando se conocieron los resultados electorales. La aritmética parlamentaria convertía a IU en socio imprescindible para la investidura del presidente y la gobernabilidad de las instituciones, y en ese escenario Cofiño no tenía ningún papel que jugar. Habían discrepado sobre leyes que reformaban la Administración autonómica y sobre la tramitación de los proyectos financiados por los fondos Next Generation. IU y el vicepresidente no se entendían, pero más allá del entendimiento, Cofiño pensaba que el Gobierno debía apoyarse en los partidos del centro. Al quedarse esos grupos sin escaños, la posibilidad de gobernar con fuerzas moderadas desaparecía.

Supongo que Cofiño se hubiera marchado tranquilamente para su casa, pero que un dirigente tan destacado deje el escaño antes de tomar posesión hubiera sido un pésimo inicio de legislatura para los socialistas, de ahí que encontraron la fórmula de convertirlo en la segunda autoridad de la región, como presidente de la Junta General del Principado, y aquí no pasó nada.

Consejeros

Pero sí pasó. Una vez que sea investido como presidente, Adrián Barbón deberá formar un gobierno que conlleve un nuevo sistema de funcionamiento. En la pasada legislatura todos los papeles pasaban por el despacho del vicepresidente. Los consejeros estaban encantados, porque su inmediato superior se responsabilizaba de sus gestiones y decidía sobre aquellos asuntos que a ellos les excedían. Pude comprobar en entrevistas que le daban al vicepresidente la nota más alta. Cuando se dio la circunstancia de que una persona no era idónea para el cargo, el vicepresidente fue el primero en detectar el problema y más tarde quedó relevada.

El esquema de funcionamiento era el mismo que emplearon Zapatero y Rajoy. El leonés dio todos los poderes a Teresa Fernández de la Vega, que trabajaba todos los días, fines de semana incluidos, menos la sobremesa del viernes. El gallego descargó toda la responsabilidad sobre Soraya Sáenz de Santamaría que decidía sobre las cuestiones importantes y los simples detalles. Decir que en España nunca hubo una mujer al frente del Gobierno no deja de ser un exceso.

Criterio

El sistema de Barbón, Rajoy y Zapatero se cimenta en una persona muy capaz, experta, trabajadora y con dotes de mando sobre la que poder depositar la responsabilidad de gobernar. Normalmente esas personas tienen criterio propio. Cuando coincide con el del presidente no hay problema, pero con el paso del tiempo es difícil que no diverjan en algo o en mucho.

Hasta donde he podido observar el presidente es una persona ecléctica, proclive a la conciliación de ideas diversas, pero no toda la dirección socialista participa de esa forma de ser. La inseguridad personal obliga a aferrarse a clichés fijos. Cofiño pensaba que había que deflactar el IRPF, como había hecho Ximo Puig, pero a los guardianes de la ortodoxia les parecía que eran veleidades liberales.

Adrián Barbón está ante la gran decisión de su segundo mandato: el modelo de Gobierno y los nombres de los consejeros. ¿Va a insistir en un todopoderoso número dos? Puede hacerlo, pero si la persona elegida no cumple los requisitos (capaz, experto, trabajador, dotes de mando) el resultado sería desastroso. Caer en la autocomplacencia es el mayor error. En un rápido repaso del elenco socialista sólo se me ocurre otra persona adecuada para la tarea. No está entre la pandilla de amigos que se inmortalizan en las fotos de los cumpleaños ni formó parte del primer sanchismo, así que no pasaría el casting.

Un problema grave que hubo en la primera legislatura fue la composición del Gobierno. La cuestión viene de muy lejos. No todo el mundo puede ser ministro o consejero. La dificultad se resolvió haciéndose cargo Barbón de todo lo que había de puertas afuera y Cofiño de puertas adentro.

Problemas

Sin un Gobierno altamente competente la región no avanza porque no tenemos otras estructuras potentes que intervengan en la vida pública. Los problemas se acumulan. En los próximos 15 años se jubilarán 120.000 asturianos más de los que lleguen a la edad de trabajar. Hispalink dice que seremos la región que menos crecerá en 2023 y 2024. En PIB per cápita somos la undécima comunidad autónoma; en 1990 éramos la quinta región más rica. Estamos a la cola del gasto en I+D: en el año 2022, gastamos 203 euros por habitante, la media española estuvo en 362 euros. Junto con Extremadura, tenemos la Universidad con menos estudiantes extranjeros y la segunda en que se producen más abandonos de carreras. Lideramos el absentismo laboral: 26.000 trabajadores de media al día, 6.000 de ellos no justifican la ausencia. Líderes, también, en el desempleo juvenil (menos de 25 años): el 47,5% no tienen trabajo. Y atención: en plena eclosión de lo verde, generamos mucha menos energía renovable que en 2018 y también consumimos menos. Vaya papeleta, sin un buen número dos.

 

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por JUAN NEIRA

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