Desde las elecciones autonómicas han pasado 42 días en que los líderes políticos y sus aparatos partidarios no hicieron nada relevante. Vivieron un periodo en régimen casi vacacional. Los diputados han recogido sus credenciales parlamentarias y ocuparon los escaños para, a continuación, elegir los miembros de la Mesa del Parlamento. Fuera de ese simple pleno, portavoces y miembros de la Mesa han acordado cuánto dinero se destina a cada grupo parlamentario (el maná que están esperando los partidos), los sueldos de los diputados en función de las tareas que realizan y el reparto de asesores y despachos. Pura despensa. El asunto es muy fácil de gestionar porque la Junta General del Principado no tiene problemas de tesorería, prueba de ello es que los grupos recibirán una asignación fija y mensual que supera en un 50% a la de la anterior legislatura.
Como la materia realizada no da para cuarenta y dos jornadas de trabajo, los líderes salpicaron las mañanas con declaraciones más o menos intranscendentes sobre la sesión de investidura, la gobernabilidad de la región y la negociación de todo ello. Las materias citadas son importantes, pero hablar de ello sin hacer nada, no pasa de ser un deporte de verano. El caso es que, en otras comunidades autónomas, con un escenario mucho más tenso y complicado del que hay en las instituciones asturianas, se fajaron derechas e izquierdas en negociaciones arduas que en unos casos llegaron ya a resultados positivos y en otras a disensos constatados.
En la noche electoral, cualquier ciudadano que siga las cuitas de la política asturiana supo ya lo que va a suceder: Adrián Barbón presidirá un Gobierno de coalición, PSOE-IU. El resto no pasa de ser letra pequeña. Da igual que el PP siguiese el primitivo plan o asumiese las directrices de Madrid (un pacto PSOE-PP, como sostén de un gobierno monocolor socialista que también apoya IU, es lo que necesita Feijóo para presumir de coherencia).
Como esa secuencia se puede comprimir en el tiempo, mejor pasar el rato con divagaciones sobre lo que va a votar no sé qué diputada en la investidura o si Adrián Pumares pondrá el uniforme de izquierdas o el traje liberal-conservador. Un asunto tan rígidamente normativizado como la investidura del presidente en el Principado les sirve, sin embargo, para hacer conjeturas. Adrián Barbón dice que a Covadonga Tomé «hay que preguntarle si votará a favor mía o prefiere votar con la derecha». Vamos a ver, haga lo que haga la diputada de Podemos, Barbón saldrá elegido presidente del Principado. Por cierto, si tanto les preocupa lo que vaya a votar Tomé, que se reúnan con ella, algo que la FSA ha evitado cuidadosamente hasta ahora. El caso es marear la perdiz y que avance el calendario. Se me olvidaba: el 22 de junio quedó Ayuso investida.
Resulta contradictorio que esa forma de iniciar la legislatura, a cámara lenta, se vea interrumpida con el calendario de la sesión de investidura, que hace solapar los tres días de debates y votaciones con los últimos días de la campaña de las elecciones generales. No lo puedo entender. Insisten en decir que tienen una hoja de ruta. Menos mal.
La coincidencia con el final de la campaña de los comicios nacionales no significa un acelerón en el arranque de legislatura asturiana, porque el presidente se da un mes para un pacto de izquierdas. Un mes para llegar a un acuerdo que está cantado.
Para llenar la agenda, el jueves se reunirá el presidente con los portavoces de todos los grupos parlamentarios, con la excepción de Vox. El objetivo, al parecer, es crear un clima de concordia y que «Asturias sea un ejemplo de buena política». Para ser ejemplo de concordia se excluye al tercer partido español (Vox), que también es el tercero en la Junta General del Principado.
Entiendo que, por ejemplo, para negociar el presupuesto del Principado el Gobierno se reúna con unos partidos determinados con los que suele acordar las leyes. Así sucede en otras instancias. El Gobierno de Pedro Sánchez no negocia el proyecto de presupuestos con el PP, pero sí con ERC o Bildu. Ahora bien, para hablar de cuestiones generales de la legislatura y ponerse al servicio de los grupos parlamentarios, excluir a Vox no es de recibo. Qué tiene Carolina López que haga desaconsejable incorporarla a una reunión donde están el resto de portavoces. Este asunto de los cinturones sanitarios puede funcionar en territorios marcados por los nacionalismos, pero en comunidades plurales y pacíficas, como la nuestra, se acaban volviendo contra sus promotores.
Las cosas van en tiempo y forma, según la hoja de ruta, si el Gobierno está nombrado para los grandes eventos del agosto: el Descenso del Sella y la inauguración de la Feria de Muestras. Seguro que Barbón llegará a tiempo. El problema es el estilo, la manera de hacer política, el ritmo cansino de nuestra vida pública. La forma de hacer como que hacemos.
El pasado martes se publicaba en estas páginas que los últimos tres presupuestos del Principado arrojaron superávit, porque se dejaron inversiones y gastos sin ejecutar. Cada año se asigna más dinero para obras públicas, pero en cada ejercicio es mayor la diferencia entre lo que se presupuesta y lo que se ejecuta. Crecen los recursos que quedan sin gastar. Estamos hablando de lo mismo: 42 días para operaciones de trámite, un mes para negociar lo que ya se sabe que se va a acordar y olas de verano. El 8 de septiembre, arrancamos.