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Juan Neira

LARGO DE CAFE

UN DEBATE SIN MODERADOR

En el debate electoral entre Pedro Sánchez y Núñez Feijóo falló la moderación. En todo tipo de competiciones -las elecciones son un ejemplo de competición- es importante la moderación. Siempre hay personas encargadas de vigilar por ella. En el fútbol es el trío arbitral; en el debate del lunes le tocaba a dos periodistas estrella, con un dilatado currículo profesional y gran reconocimiento social, hacer de moderadores. Por razones que se me escapan no cumplieron con el cometido. No sé si en las negociaciones previas al debate se había acordado que se podía interrumpir reiteradamente al que estaba en el uso de la palabra o si los moderadores padecieron miedo escénico, el caso es que optaron por ser meros testigos del guirigay.

Pedro Sánchez inició el debate con una intervención correcta sobre la situación económica. Feijóo le miraba y tomaba alguna nota. A los pocos segundos de empezar Feijóo a mostrar una visión distinta del balance económico de la legislatura, Sánchez le interrumpió. Luego, otra vez. Y otra y otra. En el segundo turno de palabra se repitió la misma secuencia. Ahí se les fue el debate a los moderadores. La reiterada actitud antideportiva de Sánchez le hacía merecedor de una tarjeta amarilla: conminarle a guardar silencio, recordarle que en un debate es importante escuchar al contrincante y que por respeto al rival y, sobre todo, a los millones de televidentes, debería hablar al finalizar la intervención de su colega. No lo hicieron, y del debate se pudieron escuchar algunos minutos, siendo otros totalmente inaudibles. Esa forma de proceder, propia de ‘programas basura’ de televisión, se apoderó del plató donde estaba en juego quién será el próximo presidente de Gobierno de España.

En esta ocasión, como ocurre, con frecuencia, en el fútbol, los grandes protagonistas fueron los árbitros. En lo que se pudo oír del debate, Sánchez estuvo a la defensiva, manejando sólo dos argumentos, la inevitable alianza, PP-Vox, en caso de que el PP gane los comicios, y la constante interrupción de los parlamentos de Feijóo. En el minuto final, dedicado a la petición del voto, llevó al máximo la estrategia defensiva: sesenta segundos dedicados a persuadir al personal de los males que traería Feijóo en el poder. La petición del voto, que suele ser un canto a a la esperanza, la convirtió en un aviso de peligros.

No hace falta decir quién perdió el debate. Feijóo estuvo mucho más relajado y fue certero en las críticas. Tuvo el gran mérito de no imitar al rival.

 

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por JUAN NEIRA

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