Pese a la euforia que reina en las filas del PP tras el debate electoral del pasado lunes, Núñez Feijóo lanzó un mensaje con tintes dramáticos desde un mitin en Murcia: «Les pido a los carteros de España que trabajen al máximo, mañana, tarde y noche y, aunque no tengan los refuerzos suficientes, que sepan que custodian algo de los españoles que es sagrado, su voto». Y añadió: «Les pido, que, con independencia de sus jefes, repartan todos los votos (las papeletas de las distintas candidaturas) antes de que venza el plazo, para que los españoles podamos votar». Luego, prometió pagarles las horas extra en el primer Consejo de Ministros que él presida en caso de que la empresa pública no lo haga.
Cuando el líder del principal partido de la oposición lanza un aviso en esos términos, teniendo en cuenta, además, de que estuvo tres años al frente de Correos y Telégrafos, es que puede suceder un desastre. Entendiendo, en este caso, por desastre, que de los españoles que hayan solicitado el voto por correo, haya decenas o centenares miles que no puedan cumplimentarlo. La dirección de Correos no ofrece datos oficiales sobre cómo va el proceso. Por cierto, el presidente de la empresa es Juan Manuel Serrano, exjefe de gabinete de Pedro Sánchez. Los sindicatos (UGT y CC OO) estiman que ya hay 2,4 millones de ciudadanos que solicitaron el voto por correo, habiéndose emitido 700.000. El día 20 finaliza el plazo. Los sindicatos critican con dureza la tardanza de la empresa en realizar contrataciones extra. De las 19.000 realizadas, 8.000 son para sustituir a empleados de vacaciones. La empresa afirma que «se seguirán contratando todos los efectivos necesarios para garantizar el voto por correo». Con la responsabilidad pública que tienen sobre sus hombros es asombrosa la tranquilidad con la que hablan. Están más preocupados los sindicatos que los gestores. Dado el poco tiempo que queda hay dos problemas de difícil solución. Cuando el cartero tenga que ir al domicilio del solicitante y este no se encuentre en casa. Si el plazo está muy cerca de agotarse, es probable que una parte de esos votos se pierdan. El segundo problema viene derivado de la obligada rigidez del procedimiento: si en el censo electoral está ya admitida la solicitud de voto por correo, no se puede realizar un voto presencial. Si la burocracia falla, no hay remedio. De momento hay 1,7 millones de solicitantes que no emitieron su voto. Por algo Feijóo apela al patriotismo de los carteros.