Según el Ministerio de Hacienda, entre los meses de enero y mayo Asturias fue la comunidad autónoma que presenta una ejecución presupuestaria más alta. Con respecto al pasado ejercicio, la cantidad ejecutada es un 95,3% mayor. En el conjunto de las comunidades el promedio de gasto realizado es del 43%. Según el Principado, ya han licitado actuaciones por valor de 487 millones, las adjudicaciones se elevan a los 361 millones y han dado órdenes de pago de facturas que suman 81 millones. De las tres fases de la tramitación administrativa, la que presenta un mayor aumento sobre el pasado año son los pagos que crecieron un 121%.
La diligencia del Gobierno en materia de ejecución presupuestaria es una buena noticia. Sería absurdo criticar los retrasos que se produjeron a lo largo de la pasada legislatura y no congratularnos de la agilidad mostrada por el Principado en el presente curso. Es más que probable que el hecho de que hubiera elecciones autonómicas y municipales a finales de mayo haya sido un estímulo para trabajar a ritmo más rápido. Aunque sea así, no es un desdoro para el Gobierno, porque nunca se puede criticar a un político o a una institución por cumplir su deber con celo. No puede relajarse el nuevo Gobierno regional porque todavía quedan 897 millones sin gastar.
En los momentos de mayor parsimonia en la gestión del presupuesto, desde el poder nos avanzaban explicaciones con gesto fatalista. Al parecer el alto funcionariado, mientras no se liquida el presupuesto anterior, tiene congeladas las órdenes de ejecución del nuevo presupuesto y así llegamos a finales de marzo. A ello añadamos que cada vez hay más trámites para finalizar un expediente y que los funcionarios van por el libro desde el escándalo del ‘caso Renedo’ (año 2011). Pues bien, pese a todos esos inconvenientes y otros muchos más, se ha podido demostrar que se pueden gastar las partidas del presupuesto con el doble de celeridad. Es cuestión de voluntad política. Habíamos llegado a una situación en que las cifras de las cuentas regionales tenían mucho de ficticias, no porque no estuvieran apuntadas en las partidas presupuestarias correspondientes, sino porque no se ejecutaban. Hemos insistido muchas veces en que hay que dar mucha mayor importancia a la ejecución presupuestaria. Se deberían hacer plenos monográficos sobre esta cuestión, a mitad de año y antes de finalizarlo, porque es la mejor forma de rendir cuentas. Los buenos datos de ejecución deben discutirse en el Parlamento.