La jura de la Constitución realizada por la Princesa de Asturias estuvo precedida de una foto con morbo a última hora de la víspera: el encuentro de Santos Cerdán con Carles Puigdemont, sentados bajo la imagen de una ‘dona’ revolucionaria portando una urna del 1-0. El objetivo no era otro que quitar protagonismo a doña Leonor en las portadas de los periódicos. Al día siguiente, tras la jura, banquete, etcétera, entrada ya la noche, cuando los informativos hacían resumen de la jornada, llegaba otra noticia de impacto: el acuerdo de investidura entre el PSOE y ERC. Cualquier cosa menos una coincidencia.
Más allá de la dimensión mediática, la jura de la Princesa y la amnistía para los cientos o miles de procesados en los últimos diez años por tratar de imponer la independencia transgrediendo la legalidad han quedado unidas en el tiempo. En la solemne sesión de las Cortes Generales (diputados y senadores) brillaron por su ausencia 54 diputados. Los escaños de ERC, Junts, Bildu, PNV y BNG estuvieron vacíos, y de los 31 diputados de Sumar sólo asistieron la vicepresidenta segunda del Gobierno, la vicepresidenta del Congreso de los Diputados y la portavoz parlamentaria. Pedro Sánchez aspira a ser presidente apoyado por los miembros del grupo socialista y por todos los que no estuvieron presentes en la jura de la Constitución de la Heredera de la Corona. Felipe González lo sintetizó a su manera, «todos los ausentes votarían hoy en contra de la Constitución». Así es, los diputados que no asistieron reunían un doble prejuicio ante la ceremonia: rechazo a la monarquía e impugnación de la Carta Magna. Cuando les toca prometerla o jurarla, se sacan de la chaqueta un pequeño papel que leen para que sus bases sepan que sólo lo hacen para poder ocupar el escaño: «Por imperativo legal»
El texto de la jura y los discursos del Rey y la Princesa constituyeron un canto tan rotundo a la Constitución que sirvieron para etiquetar al bloque de los ausentes: los anticonstitucionales. Con ellos quiere Pedro Sánchez gobernar en clave de progreso. Necesita para hacerlo, como primer paso, quitarles la mancha penal. Borrar el pasado para que puedan ejercer los derechos que les otorga la Constitución. Primero fueron los indultos que anularon la sentencia del Tribunal Supremo, luego tuvo que sacar algunos delitos (sedición) del Código Penal o cambiar su tipificación (malversación), y ahora llega la amnistía para todos, incluyendo a individuos imputados por terrorismo, como algunos miembros de los Comités de Defensa de la República (CDR) o de Tsunami Democrátic, presuntamente dirigidos por Marta Rovira, la delicada secretaria general de ERC, que entre presentarse ante el juez o vivir en Suiza, optó por los segundo.
Toda esta formidable operación de choque contra el poder judicial, cambios legislativos y blanqueo del nacionalismo radical se hace para seguir gobernando. En la mayoría de investidura se juntan dos propósitos, Sánchez quiere perpetuarse en el poder y todos los socios menos uno (Sumar) tienen como meta la independencia de sus territorios. Llegado el momento, el Congreso de los Diputados debatirá y votará la investidura, pero previamente ya la avaló el Comité Federal del PSOE, el órgano de mayor jerarquía del partido entre congresos.
Comité federal
En 2016, el Comité Federal del PSOE descabalgó a Pedro Sánchez de la Secretaría General del partido por veinticinco votos, porque pretendía ir hacia unas terceras elecciones consecutivas. Siete años más tarde el nuevo órgano de dirección federal es completamente distinto. La pluralidad tornó en unanimidad y la crítica en sumisión. Sánchez provoca unanimidades, por disparatada que sea su propuesta: «En el nombre de España, en el interés de España y la defensa de la convivencia entre españoles, defiendo la amnistía en Cataluña».
No dio a conocer ni el más mínimo detalle sobre la amnistía y todos los miembros del Comité Federal se pusieron en pie y prorrumpieron en una larga y cerrada ovación, como aquellos procuradores de antaño, de mi niñez y primera juventud, cuando la Oprobiosa. Siempre afirmé en estas líneas que el PSOE, junto al PNV, son los dos partidos que tienen un funcionamiento interno más democrático, pero el espectáculo del otro día obliga a reconsiderar el juicio. Nadie se atrevió a preguntar, ninguno alzó la voz para pedir aclaraciones sobre la amnistía, no hubo un dirigente que aportara un matiz sobre un discurso tan hermético como el de Sánchez. Sólo una larga ovación como escenificación de mayorías de partido a la búlgara.
La sumisión a todas las exigencias del nacionalismo podrá cambiar a España, pero lo que es seguro es que ya está cambiando al PSOE. Todo indica que Sumar será un mero apéndice del sanchismo en la legislatura. Carecen de discurso y les sobrarán líos internos, correspondiéndole el papel de verdaderos socios en la nueva mayoría parlamentaria a los independentistas. La alianza entre socialistas y un amplio sector de anticonstitucionales, liderado por los independentistas, va en contra de todo lo vivido en 46 años de democracia parlamentaria. La legislatura será una caja de sorpresas, porque en los gobiernos carentes de rigor las dificultades económicas se combaten con golpes de efecto políticos, como los referéndums. Si a la voracidad de poder de Sánchez sólo Emiliano García-Page pone reparos, no queda margen para la esperanza.