El acuerdo entre Junts y el PSOE cumple el mínimo necesario para que los negociadores de las dos partes estamparan la firma: Pedro Sánchez obtiene la mayoría parlamentaria suficiente para ser investido, nuevamente, como presidente de Gobierno y Puigdemont podrá volver a Cataluña libre de polvo y paja. Esa doble condición era necesaria para el acuerdo y, a la vez, garantizaba que tras mil cabriolas negociadoras cerrarían el pacto. No tenían alternativa. Lo verdaderamente novedoso es el resto del acuerdo.
Una vez consensuado el mínimo indispensable, en todo el texto gana Puigdemont por goleada, empezando por la concesión de la amnistía a todos los ciudadanos que a partir de 2012 se vieron inmersos en causas judiciales relacionadas con la lucha por la independencia (por ejemplo, Artur Mas queda exonerado de pagar 4,9 millones de euros), tanto sea de forma directa o indirecta, y siguiendo porque impone que este mismo mes empiece una negociación entre los dos partidos que tendrá en orden del día la convocatoria de un referéndum de autodeterminación para Cataluña, un cambio radical en el sistema fiscal que permitirá a la Generalitat recaudar el 100% de los impuestos que se pagan en la comunidad autónoma (en Asturias, como en Andalucía o Aragón, sólo podemos quedarnos con el 50% de IRPF e IVA y el 58% de Impuestos Especiales), la inclusión de Cataluña en las instituciones europeas, el auxilio del Estado para que vuelvan a Cataluña las empresas que cambiaron la sede social durante el ‘procés’, y la implementación de un relator, o mediador, extranjero que «acompañe, verifique y realice el seguimiento de los acuerdos». Puigdemont, en una intervención posterior, dijo que había acuerdo sobre los nombres y que la negociación sería secreta y fuera de España. En el texto se recogen las réplicas del PSOE a los objetivos de los independentistas, pero están dispuesto a negociar.
Jamás hubo un presidente de Gobierno en España que hiciera unas concesiones de fondo y forma, de tanto calado, como Pedro Sánchez a un grupo de radicales que sólo tienen 7 escaños de los 350 del Congreso de los Diputados. Tan rasposo y humillante es el pacto que no hay foto de la firma. Tan indefendible es la postura socialista que en la Moncloa guardan silencio. El mismo líder que comparecía públicamente a diario durante la pandemia, se oculta el día que asegura la investidura. ¿Cómo podemos los españoles confiar los intereses generales de la nación a un señor que acepta el trueque de territorio por escaños?