Pese a contar ya con suficientes apoyos para salir elegido presidente, el debate de investidura de Pedro Sánchez estuvo salpicado de sorpresas. Nadie podía imaginar que el primer anuncio del mandato sería el reconocimiento del Estado palestino, y mucho menos que en la primera intervención del candidato, de cien minutos de duración, no nombrara al PNV, «Junts» y ERC, ni hiciera la menor referencia a los textos firmados con esos partidos donde constan los compromisos que asume Sánchez a cambio de los votos para ser investido. De la amnistía habló al final de la intervención, dejando una frase memorable: «La amnistía se aprobará con luz y taquígrafos». La primera parte del discurso estuvo dedicada a un duro ataque al PP, sacando a relucir cosas del pasado, como si Feijóo fuera el protagonista. Todo le valió al candidato, desde que a Rajoy le gusta Milei, hasta múltiples referencias al feminismo que fue el comodín de su discurso. Llegó a rozar el esperpento cuando prometió que cada euro que recorten los gobiernos del PP y de Vox en políticas de igualdad, el Gobierno central aportará diez. Fue el discurso que más hizo por la polarización de la vida política española de los últimos tiempos. Tras hablar de la amnistía, volvió a cargar contra el PP, porque le molesta la subida del salario mínimo, la igualdad de derechos del colectivo LGTBI, etc. Es decir, colocó la amnistía entre dos pasajes amables para los votantes socialistas, porque, pactados los votos, lo único que le preocupa a Sánchez es el impacto del debate en el espectador.
Feijóo utilizó la amnistía para hacer un retrato demoledor del personaje y su política. Sirvan de ejemplo las siguientes frases: «Al hambre del independentismo se han sumado las ganas de comer de Sánchez», «la soberanía nacional no necesita mediadores, porque España no es un estado bananero», «díganos, ¿cuál es el pacto encapuchado con Otegi?», «la próxima semana en Ginebra tendrá el primer control del Gobierno», «lo que trae a la Cámara no se votó en las urnas», etc. Sin embargo, la segunda intervención de Feijóo fue mucho más plana.
De la primera jornada del debate sale chamuscada, la presidenta del Congreso, Francina Armengol. Feijóo le forzó a concederle diez minutos más de tiempo y ella tragó. Posteriormente quiso reprender a Abascal, por sus alusiones al «golpe de Estado», pero éste sacó a relucir la libertad del diputado y Armengol no se atrevió a decirle ni mu. Las instituciones españolas no tienen suerte con sus actuales gestores.