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Juan Neira

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LA BAZA DE LA DERECHA

La celebración del XVIII Congreso del PP de Asturias coincidió con una gran movilización en Madrid en contra del presidente, Pedro Sánchez, y el Partido Socialista. Un millón de personas, según los organizadores. Durante los dos mandatos de Zapatero y Rajoy, más los cinco años de Sánchez en el poder, no había habido nunca una protesta en la calle tan multitudinaria. La amnistía a unos políticos que tuvieron el doble privilegio de colaborar en la redacción de la norma que les borra los delitos y poder declarar ‘urbi et orbe’ que no están arrepentidos -ni renuncian a reincidir- está creando en España una nueva generación de indignados. En la Plaza de Cibeles estaba Feijóo, con Ayuso y otros barones del PP, confundidos en medio de un mar de gente.

A esa hora, en el Palacio de Exposiciones y Congresos de Oviedo, se celebraba la cita congresual del PP astur, tras seis años largos sin convocarlos. En esta ocasión, la celebración del cónclave tenía carácter extraordinario, así que no había ponencia política ni debate entre los delegados, limitándose el guion del acto a los discursos de los dirigentes y a la votación de la lista de militantes que formarán la dirección del partido, escogida por Álvaro Queipo, el nuevo presidente del PP asturiano.

Queipo

Aunque hubo interés en buscar un candidato de consenso para estar al frente de la organización, al final se presentaron dos dirigentes y ganó Queipo por abrumadora mayoría: 85,3% de los votos. Es mucho mejor ganar los cargos por competencia, que ejercer el liderazgo gracias a un acuerdo opaco gestionado por el aparato del partido. En las semanas previas, el sector crítico (toda organización política que se precie debe tener un sector crítico) amenazó con presentar un candidato de peso, pero a la hora de la verdad, los críticos (suelen ser dirigentes oficialistas que al ser desplazados del poder se ponen a conspirar) no se atrevieron a dar un paso adelante y presentaron al portavoz del PP en el Ayuntamiento de Colunga, Javier Brea, a competir con el secretario general del partido (Queipo), que contaba con miles de avales y el verdadero respaldo: Feijóo y el equipo de dirección nacional del PP.

Ante los compromisarios Queipo hizo un llamamiento a la unidad: «Cuando estamos juntos somos invencibles». Siempre es un acierto predicar unidad en el PP asturiano, porque su pobre bagaje de éxitos se debe, fundamentalmente, a la división de la organización. El golpe de Estado contra el presidente Sergio Marqués, en 1998, y el veto de Rajoy a Álvarez-Cascos, en 2011, constituyeron los hitos más relevantes de la división interna. Los dos garrafales errores partieron de Madrid (bien es cierto que desde Oviedo y Gijón malmetieron contra Marqués) y, sin embargo, desde Madrid nunca sintieron la necesidad de volcarse en el PP asturiano para ayudarle a salir del pozo.

Personal

Hay otras reflexiones que podría hacer Álvaro Queipo para mejorar el proyecto. El PP asturiano logra sus mejores resultados en Oviedo, mientras que, en Gijón, Avilés, los ayuntamientos de las cuencas mineras o Siero pierde ante el PSOE. Al mantenerse esa situación durante décadas, se da un fenómeno muy curioso, los derrotados en las urnas aspiran a medrar en la dirección regional del partido y en la candidatura autonómica, espantados como están de tanto revolcón electoral municipal, mientras que los líderes carbayones victoriosos quedan ensimismados con la problemática capitalina y no tienen influencia regional ni colaboran a formar una alternativa regional. Quiero decir que no se puede hacer un equipo de ganadores con gente experta en acumular derrotas. Hace falta una política de selección de personal distinta en el PP asturiano para enfrentarse a las urnas con más garantías.

Lo sucedido en el último año es muy demostrativo. En Génova no encontraban un líder para enfrentarse a la candidatura socialista de Adrián Barbón. Insistir con Teresa Mallada equivalía a correr el riesgo de tropezar en la misma piedra. A través de un viejo afiliado que obtuvo más cosas del PP de las que él aportó al partido, llegaron a Bruselas. Sin más consideraciones, sin tener la precaución de encuestar para saber cuántos asturianos conocían a Diego Canga, le dieron mando en plaza con jerarquía para decidir sobre cuestiones electorales y, también, sobre asuntos internos de partido. A ciegas, como si le hubieran puesto una cinta sobre los ojos, el funcionario europeo tuvo que decidir quién era válido para un puesto y quién no. Hay que reconocer que, en todo ese periodo, Álvaro Queipo no cometió un error. Si toca hacer de estatua se hace.

Credibilidad

El PP asturiano sube cuando el PP nacional gana, y baja cuando el PP nacional pierde. Como la política española está inmersa en un bosque de interrogantes, es difícil saber cuál es el vector ganador. En cualquier caso, sí se puede afirmar que entramos en una época excepcional con el trueque de la amnistía por votos y la negociación de los referéndums. Un periodo de permanente debate político e intensa carga emocional. No es tiempo para tecnócratas ni para debates anecdóticos.

El PSOE ha perdido una de sus históricas fortalezas, que era la democracia interna. Sánchez ha hecho del partido una organización uniforme. El besamanos en el Congreso de los Diputados fue sonrojante. Tras la etapa de las mentiras, el líder, de cualquier partido, que transmita credibilidad a la sociedad ganará la batalla.

 

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por JUAN NEIRA

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