Nunca la inauguración de una infraestructura asturiana concitó tanta atención en el interior de la región y en toda España. Tres factores coincidieron para que la variante de Pajares se haya convertido en foco de atención en sí misma, con independencia de la utilidad que está llamada a prestar: el papel de la Naturaleza, como imponente obstáculo para los planes de políticos y técnicos, convirtiendo la obra en un desafío; el peso de la historia, reeditando la lucha de los asturianos para alcanzar la Meseta; y el subidón de autoestima que produce en los ciudadanos ver que el progreso deja de ser una palabra para convertirse en una realidad tangible al cruzar de León a Asturias en doce minutos. El túnel es el mensaje. La jornada estuvo presidida por el peso de la historia, el orgullo inherente a vencer la dificultad y la alegría por igualarnos a la mayoría de los territorios de la periferia que ya tienen comunicación radial de alta velocidad con Madrid.
La dimensión del acto transformó, sin duda, a los líderes políticos, por eso Pedro Sánchez hizo la mejor intervención pública que yo le recuerde de los últimos tiempos. Dijo lo que le corresponde a un presidente decir, sin autobombos ni críticas oportunistas a rivales, enmarcando la importancia de la actuación y citando a Jovellanos con acierto. Nada especial, pero las palabras adecuadas para que pueda sentirse representado cualquier ciudadano, con independencia de ideologías, porque las infraestructuras de transporte no tienen color político, las utilizan todos por igual.
Dentro de las muchas oportunidades que abren los túneles de la variante, me gustaría destacar una, que nunca se cita porque la variante invita a pensar en grandes distancias. Es el lazo con León, territorio unido a Asturias en tiempos de Alfonso III, nuevamente asociado a nosotros en la tragedia de la Guerra Civil, bajo el órgano de gobierno, del Consejo Soberano de Asturias y León, y con quien en los primeros años de la transición estuvimos cerca de convertirnos en un mismo ente autonómico. Somos complementarios y, ahora, ya no caben excusas: no hace falta escalar la cordillera.
Adrián Barbón se dio el gusto de recitar delante de Pedro Sánchez las actuaciones pendientes del Gobierno central, desde la mejora de la red de cercanías, hasta el vial de Jove, pasando por el Corredor Atlántico o la autovía del suroccidente. Realizó una intervención plena de liberalidad y tolerancia, donde llegó a otorgar el mérito a Alfonso XII de «hacerle entrar a Asturias en el siglo XIX» con la rampa de Pajares. El ministro de Transportes, Óscar Puente, estuvo a la altura del acto, no parecía nuevo en el cargo. Llegó a prometer que el próximo año se invertirán 100 millones en el tramo de Pola de Lena a Oviedo y que Avilés también será estación término de la alta velocidad. Para los días de mayor escepticismo hay ya otra certeza: la variante de Pajares está ahí. Irreversible.