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Juan Neira

LARGO DE CAFE

CONFLICTO ESPAÑOL, ÁRBITRO EXTRANJERO

Pensaba escribir hoy del presupuesto del Principado, una vez que fueron rechazadas las enmiendas a la totalidad presentadas por el centro-derecha, pero fue de un nivel tan bajo el debate parlamentario que resulta difícil de glosar algo que se reduce a descalificar al rival por utilizar los mismos argumentos que uno emplearía si estuviese en su posición. Me niego a pensar que el debate presupuestario en Asturias, por definición el debate más importante del año, tenga que ser tan ramplón, lleno de latiguillos propagandísticos y tartas de merengue en la cara del contrario. Todo tan rutinario, tantas veces escuchado, sin un ápice de originalidad, sin una comparación acertada, sin una ratio sacada a colación para mostrar un aspecto de la realidad que estaba oculto. Sólo tópicos y leña a los de la trinchera de al lado. La nada.

Para colmo, en esta ocasión, las cuentas ya tienen un respaldo parlamentario suficiente, así que no hay incertidumbre, todo está atado y bien atado, y en caso de que alguien se equivoque al votar, ahí está Adrián Pumares para echar una mano. Siento decirlo, pero parte de la decadencia asturiana está reflejada en los modos y discursos de la Cámara. También en el uso del tiempo, en la forma estratégica de dejar que vayan cayendo las hojas del calendario sin tomar decisiones. Tras esta semana llegarán las vacaciones de invierno para los diputados, que es una especie de Navidad sin Belén que se prolonga hasta San Blas (primeros de febrero). Hasta marzo no dejará el alto funcionariado que se empiecen a gestionar las inversiones del presupuesto.

Estilo

Dos meses para la ceremonia de la investidura (Ayuso lo hizo en menos de un mes), un trimestre hablando del presupuesto y cinco meses para la concertación social. En la pasada legislatura, estaba el comodín de los fondos de rescate, que daba pie para que participara el coro -colectivos empresariales, entidades sociales, etcétera-, pero en esta ocasión sólo tendremos de entretenimiento las elecciones gallegas, vascas y europeas. Ya lo dice la gente de la radio: todos los días hay fútbol.

Para darnos cuenta de cómo son estas cosas en la política asturiana voy a recordar una anécdota que ya conté alguna otra vez. En medio de un debate de envergadura, como el de los presupuestos, el presidente de la Junta General del Principado concedió un breve receso. Álvarez Areces, presidente del Gobierno, se encaminó hacia los servicios para despachar una urgencia; en la estancia de paredes azulejadas se cruzó con uno de sus rivales, que le dijo: «Bueno, este debate podemos hacerlo rápido; no tenemos que prolongarlo, ¿verdad?».

La cumbre

Las entrevistas entre Pedro Sánchez y Núñez Feijóo son, objetivamente, importantes, porque en sus manos -y sólo en ellas- está acabar con la sinrazón que preside la política española desde hace cinco años y medio. Si los dos se ponen de acuerdo se puede montar la mayoría parlamentaria más poderosa de toda la democracia: 258 escaños respaldando al Gobierno, con un programa de emergencia, donde quedarían aparcados los disensos, con la Constitución como gran referencia. En la actualidad, cinco pequeños partidos que tuvieron el 6,5% de los votos en las elecciones generales marcan la hoja de ruta del país.

No tengo esperanzas de que haya un repentino cambio de rumbo, pero el encuentro de los dos principales líderes no es un hecho menor. Además, sucede pocas veces en cada mandato.

Mientras voces atipladas cantaban los números de la lotería, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo hablaban sin testigos. Hubo sorpresa. Los dos se pusieron de acuerdo en renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) recurriendo a la figura del mediador o verificador, a propuesta de Núñez Feijóo. Quedé atónito cuando lo escuché.

Asombro

Resulta que al líder gallego o al sanedrín del PP -por hacer colectiva la responsabilidad de la medida- les parece oportuno copiar el método Puigdemont para negociar con el Gobierno. No se dan cuenta de que acaban de blanquear la negociación de Suiza. Si dos aspectos tenían especialmente rechazables las ententes entre Puigdemont y el PSOE eran haber redactado la ley de amnistía a cuatro manos, gobernantes y delincuentes, y diseñar una negociación bilateral presidida por un ciudadano extranjero. La internacionalización de la política española es humillante. Desde fuera sólo se mete la mano en las repúblicas bananeras. ¿Cuándo tuvo que ir un político español a poner de acuerdo a los dos principales partidos de Alemania, Francia, Italia, Suecia, Holanda o Austria? Jamás.

En la raíz de la decisión del PP hay un complejo de inferioridad manifiesto. Recurren a un miembro de la Comisión Europea, como si fuera un escudo ante los previsibles engaños de Sánchez. Propuso Feijóo al comisario de Justicia, Reynders, y sólo le faltó añadir ‘a ver si te atreves con este’. No se dan cuenta de que el temor a ser engañado, también llevó a Puigdemont a imponer un árbitro salvadoreño.

Decisiones de este tipo, en un momento en que la sociedad española está movilizada, dan la medida del nivel político de un líder y su equipo. Primero las dudas sobre si interesa acudir o no a la entrevista y, luego, el subterfugio de buscar un mediador supuestamente favorable a las tesis de la oposición, como dejó entrever Reynders cuando pidió aclaraciones al Gobierno por el CGPJ.

La capacidad de consenso se agotó con el acuerdo para sustituir el término ‘disminuido’.

 

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por JUAN NEIRA

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