Si dejamos a un lado las discusiones públicas sobre asuntos triviales o retóricos, nos encontramos con que las controversias reales versan, la mayor parte de las veces, sobre los servicios del Principado. Ya no se estila hacer política con el paro y el empleo, aunque cuando salen los datos de la Encuesta de Población Activa broten reflexiones preocupadas sobre el futuro de la región. La industria, otrora centro del debate político, apenas concentra la atención, con la excepción de la siderurgia, donde Arcelor heredó la fama de la Ensidesa de los 27.000 puestos de trabajo. Sin buscar datos, creo que andará el sector industrial regional por los 47.000 empleos o menos. Hace algo más de cuarenta años bajo las chimeneas había 120.000 puestos de trabajo.
No hay apenas autovías que construir, salvo el ramal del suroccidente, y la variante de Pajares ya es una realidad. Es cierto que está pendiente la red ferroviaria de Cercanías, pero no tiene el protagonismo de la variante, ni el impacto de la siderurgia, ni aporta la felicidad de las autovías: tuvimos coches durante décadas para hacer viajes con una media de setenta kilómetros por hora. Queda como gran tema de debate la demografía, pero no hay tesis ni antítesis. Sólo genera tristeza la caída de la natalidad y el debate se centra en el tamaño de las subvenciones. Una anécdota, hace seis o siete años le oí decir a una mujer, relativamente joven, «mi marido y yo estamos dispuestos a tener un hijo, pero a ver cuánto nos dan».
Listas
En la actualidad, las discusiones nacen de los problemas, carencias o errores de los servicios públicos. La sanidad y los servicios sociales acumulan las quejas, a las que se ha unido el desastre de las estaciones de inspección técnica de vehículos. Puestos a concretar, las polémicas nacen por las listas de espera que son tan diversas como largas. Veamos cómo se produce el fenómeno y la forma de abordarlo.
La fila ante las ventanillas virtuales del Principado es silenciosa. Durante meses o, incluso, años, no se oye nada. Crece hasta hacerse muy grande sin que la Administración haga acuse de recibo. Entiendo que los jefes de servicio no comentan nada a los directores generales y consejeros del Gobierno. Ni estos preguntan si la demanda del público supera la capacidad de respuesta del servicio. En los medios de comunicación empieza la cascada de titulares, la oposición pregunta en la Junta General del Principado y, atención, el consejero del ramo anuncia un plan de choque. Digamos que, a esas alturas, si se trata de la sanidad, hay ya más de 110.000 pacientes aguardando una cirugía; si hablamos de servicios sociales, el tiempo de espera para la valoración de la capacidad es de cuatro años, y en algo tan prosaico como la revisión del coche para adosar la pegatina roja en el cristal, la cita se recibe para dos estaciones más tarde: primavera y verano.
Horas extra
El plan de choque puede fallar, pero eso se soluciona aprobando un nuevo plan de choque, dotado con más reserva presupuestaria. Hay una ley no publicada que detecté tras observar la política durante décadas. El gestor político, cuando fracasa una medida o un plan, lo primero que hace es aumentar la dosis. Más tarde, rectificará, pero la primera respuesta es elevar la dosis. Hay crisis económica, elevamos los impuestos; sigue habiendo crisis, nueva subida de tipos impositivos.
Todos los planes de choque del Principado tienen la misma sustancia: horas extras de los funcionarios. Esto, que parece normal, es muy delicado. Cada agente trata de maximizar los frutos del trabajo y si la jornada de tarde es más rentable, lo lógico es que tienda a ser permanente, tras una mañana poco productiva. Como las horas extra son voluntarias, los no interesados se mantendrán al margen del plan.
El Principado pensaba aplicar un plan de choque a las estaciones de ITV si se acababa la huelga. Con las horas extra recuperarían los empleados el jornal de las horas no cobradas por hacer paro (quince a la semana) y el Principado reduciría el tiempo de espera de los clientes. Recapitulamos: los empleados quedarían resarcidos de la mengua de las nóminas y el Gobierno daría por resuelto el problema. Sólo hay un agente que sale perdiendo con la secuencia, huelga-plan de choque, los ciudadanos que estuvieron conduciendo durante meses, arriesgándose a recibir multas y a sufrir accidentes que no cubrirían los seguros.
Privado
Hay otra manera de reducir las listas de espera de la sanidad, de los servicios sociales y de las estaciones de la ITV. Consiste en abrir la puerta a las empresas privadas. El líder de la resurrección de China, Deng Xiaoping, le repitió a Felipe González la frase de Confucio: ‘gato negro o gato blanco, lo importante es que cace ratones’. Para extirpar una vesícula, ¿qué importa el estatus jurídico del hospital donde te operan?
Para el Principado esa vía resulta pecaminosa. La situación es paradójica, porque ante el colapso de las listas de espera, muchos ciudadanos se apuntan a la sanidad privada, mientras siguen costeando la pública. En los últimos veinte años se duplicó el número de asturianos que van a consultas y clínicas privadas. Los ciudadanos pueden tener una respuesta racional, pero el culto a las esencias le impide al Principado hacer un ejercicio de pragmatismo.
Por cierto, con ITV privadas no habría huelga ni demoras, ni suspensos por tener un tornillo mal apretado.