Ovidio Zapico (IU), consejero de Ordenación de Territorio, se sumó a la crítica realizada por Marcelino Marcos Líndez (Medio Rural) al real decreto de la vicepresidenta, Teresa Ribera, sobre la regulación de la energía eólica. Zapico considera que las alegaciones al decreto son «oportunas y, políticamente, necesarias». Participa de la postura de retrasar las medidas contempladas en la normativa estatal hasta que se conozcan los efectos de los parques eólicos en el ecosistema. Para que no haya dudas, Zapico defiende a los pescadores porque conforman «un sector estratégico y vital en nuestra economía que garantiza la soberanía alimentaria». Por último, el consejero de IU informó de que las alegaciones presentadas coinciden con «lo hablado en el Consejo de Gobierno».
Los recelos de Zapico hacia la energía eólica vienen del anterior mandato. IU, en principio, es una fuerza política partidaria de aprovechar la energía del viento, pero quiere que la extensión de los parques eólicos responda a una planificación aprobada por los gobiernos. Esta consideración vale tanto para los parques marinos como terrestres. Quiere que haya aerogeneradores en los montes y en el mar, pero allí donde digan los gobiernos y en la cuantía que esté determinada por la norma. Una visión restrictiva que choca con lo dispuesto por la todopoderosa Teresa Ribera, al autorizar la ubicación de parques en 5.000 kilómetros de las aguas españolas. En el norte, Cantábrico y Atlántico, se prevé la instalación de aerogeneradores frente a las costas gallegas (cuatro parques) y asturianas (tres). Ninguno delante del País Vasco y Cantabria.
Resultaba chocante que en el seno del Gobierno de coalición, presidido por Adrián Barbón, hubiera posturas opuestas a juzgar por el contraste entre las declaraciones de Ovidio Zapico y Marcelino Marcos Líndez, por un lado, y Nieves Roqueñí, consejera de Transición Ecológica, por el otro. Zapico y Líndez contrarios al decreto ley de Teresa Ribera, mientras Roqueñí le dedicaba alabanzas. La discrepancia duró veinticuatro horas, tiempo que tardó Roqueñí en rectificar. La consejera se acogió a la fórmula clásica para desdecirse, «lamento el malentendido», cuando se le entendió perfectamente. Como lo sucedido tiene algún precedente, la duda estriba en si carece de una comunicación fluida con los jefes (Barbón y Llamedo) o si es, de natural, despistada. En cualquier caso, se puede afirmar que las tareas de coordinación en el Gobierno son manifiestamente mejorables.