Visita del presidente del Gobierno al HUCA para anunciar el incremento de la cartera de enfermedades controladas por cribado neonatal. En la actualidad el control es sobre siete enfermedades y en las próximas semanas se extenderá a once. El presidente espera en el primer trimestre de 2025 duplicar esa cantidad. Pedro Sánchez habló sobre sanidad y salud, siempre en el terreno de las generalidades, y se mostró autocrítico al reconocer que en algunas comunidades autónomas sólo se controlan las siete enfermedades incluidas en la cartera común, mientras que en otras se llega a realizar más de treinta pruebas. Calificó de problema esas diferencias territoriales y se comprometió a corregirlas.
En círculos políticos y sanitarios se especulaba con que el presidente del Gobierno aprovecharía la visita oficial para anunciar que Asturias será la sede de la Agencia Estatal de Salud Pública. No fue así. Pedro Sánchez dijo que había hablado de ello con Adrián Barbón y puso punto final a la cuestión recordando que «somos un Gobierno que apuesta por la descentralización, que es como se hace patria». Yo desconocía que los países descentralizados fueran más patriotas que los centralizados. La historia permite contemplar cómo un mismo país fue en unas etapas unitario y en otras federal, sin que el gen del patriotismo haya mutado. Debería ser más prudente el presidente, porque en su misma intervención en el HUCA puso un ejemplo diáfano de las consecuencias nocivas que comporta nuestro sistema de descentralización –el Estado Autonómico–, tan mal gestionada por los gobiernos que aparecen diferencias escandalosas en asuntos fundamentales como las enfermedades controladas por cribado neonatal.
Ni la más leve referencia al choque entre el Ministerio de Transportes y el Principado. Ni siquiera dijo la típica frase para observadores atentos, ‘todos los problemas se resuelven con diálogo constructivo’, que vale tanto para la guerra de Ucrania como para el vial de Jove. A falta de una mención directa, indirecta o metafórica, nos queda aventurarnos por la resbaladiza vía de analizar el código gestual de los presidentes, Sánchez y Barbón. Con el auxilio de lupa, me arriesgo a afirmar que mostraron menos cercanía que en anteriores ocasiones. Me parece un acierto que Barbón haya estado más serio, porque mientras sigan actuando en el Ministerio de Transportes de una forma tan fullera no hay motivo para la alegría. Una cosa son los retrasos y otra las manipulaciones.