Los partidos de la oposición critican con dureza la intervención de Pedro Sánchez en la visita que realizó a Asturias. Le afean su falta de referencia a los problemas asturianos. Es una cuestión opinable. El presidente está realizando una gira por las distintas comunidades autónomas, con la mirada puesta en los procesos electorales. En el caso de Asturias, como en la gran mayoría de regiones, las elecciones que le atañen son las europeas, donde los socialistas tienen una difícil papeleta. Desde que empezó Sánchez a buscar aliados para la sesión de investidura, hasta el presente, han sido seis meses de enorme desgaste. Casi todo lo que planearon en la Moncloa conllevó un coste político elevado. Lo último es la gira europea para ganar voluntades en favor del reconocimiento del Estado palestino, unos días antes del ataque de Irán a Israel. El jueves, echándole valor, el ministro Albares va a defender en el Consejo de Seguridad de la ONU la entrada de Palestina como miembro de la organización.
Si el objetivo de sus intervenciones son los comicios europeos, es normal que lance mensajes en clave nacional. En cualquier país se ve normal que el presidente del gobierno actúe así, pero aquí sobrevuela sobre nuestras cabezas el discurso filonacionalista y por eso creemos que lo acertado es analizar la política, exclusivamente, en clave local o regional.
En el supuesto de asumir la tesis de que tocaba, inexorablemente, hablar de cuestiones específicas de Asturias, habrá que distinguir cuáles era oportuno abordar y cuáles no en un viaje de características nacionales. La crisis de la industria, con el cierre en Avilés de la planta de Sekurit de Saint Gobain y la paralización o abandono del plan de descarbonización de Arcelor, sí los podría tratar Sánchez, porque son empresas de dimensión o trascendencia nacional. Sin embargo, hay actuaciones que nos importan mucho a nosotros, pero no tienen dimensión nacional ni es probable que el presidente las conozca con detalle. Sería muy satisfactorio que se comprometiera en su solución el ministro de turno, pienso en el vial de Jove y Óscar Puente. Insisto en que es opinable lo que debe abordar o evitar un presidente en una región concreta, pero las críticas de la oposición tienen un componente apriorístico: diga o silencie, el caso es cargar contra el visitante. Llegar a decir que el verdadero sentido de la visita era sacarle tarjeta amarilla a Barbón no deja de ser una ’boutade’. Por un mínimo de sentido jerárquico lo citaría en la Moncloa o en Ferraz. Seguimos elevando el nivel.