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Juan Neira

LARGO DE CAFE

FAROLAS APAGADAS

En 1989 hubo 9.344 muertos en accidentes de tráfico en España. Fue el pico de una curva que llevaba creciendo desde que se popularizó el uso del automóvil. A partir de entonces, empezó el descenso que tuvo su registro más bajo, por ahora, en 2019, con 1.755 decesos. La cuarta nación europea con menos fallecidos, por detrás de Suecia, Malta y Dinamarca. Al observar estas cifras podemos decir que la política llevada a cabo para prevenir accidentes resultó exitosa, con aciertos tan rotundos como la introducción del carné por puntos en 2005. El gran esfuerzo económico para mejorar la red vial, la preocupación de los fabricantes por introducir más medidas de seguridad en los coches y algo tan difuso como el crecimiento cultural de los españoles contribuyeron al éxito.

Si se analizan los datos por comunidades autónomas, nos encontramos con que, en los últimos treinta años, Asturias fue la región en la que hubo una mayor reducción de accidentes mortales: 88% menos de víctimas, seguida de Castilla-La Mancha, Castilla-León, Cantabria, País Vasco y Galicia. Una historia de éxito, nacional y regional, sobre la que se proyectan algunas sombras: en el primer trimestre de este año hubo 36 muertos más que en el mismo periodo del año anterior, un incremento del 16%. Los fallecidos han aumentado el 50% en autopistas y autovías.

Para atacar este cambio de tendencia, desde la Dirección General de Tráfico se van a poner más radares en las carreteras e incrementar los controles. Sobre el aumento de accidentes en vías de doble calzada, ponen el acento en la falta de atención de los conductores. También podrían reflexionar sobre el alumbrado de las vías. Dicho de una forma más clara: conducir a oscuras por autovías y autopistas que canalizan un tráfico intenso, y máxime en días de lluvia, es un ejercicio de alto riesgo. En Asturias, en 2022, el 10% de las víctimas de tráfico se produjeron en carreteras que estaban a oscuras. A partir de la crisis económica de 2008, nuestras principales arterias empezaron a perder luz. Antes podía un usuario de la ‘Y’ entrar en la circunvalación de Gijón, viajando desde Oviedo o Avilés, y encontrarse con una vía perfectamente iluminada. Parecía Bélgica (2,2 millones de puntos de luz).

El panorama cambió, aunque la circulación aumentó y la edad de los conductores se elevó. Ya sé que hay que ahorrar energía, pero la imagen de un coche estrellado, bajo una farola apagada, anula cualquier argumento económico. Algo debería decir la delegada del Gobierno.

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por JUAN NEIRA

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