La consejera de Derechos Sociales y Bienestar, Marta del Arco, sigue reuniéndose con todo tipo de instituciones, entes, expertos, colectivos o familias que puedan aportar algo para la mejora de los menores que están tutelados por el Principado en centros de acogida. El escándalo de los doce individuos que, presuntamente, agredieron y prostituyeron a cinco chicas y niñas que estaban bajo la custodia de la Administración autonómica ha removido los cimientos del sistema. Hay que hacer algo, o mucho, para que no se vuelva a repetir una perversión semejante. La consejera está muy activa y, por supuesto, convencida de que no es responsable, por eso declaró que no se le pasó por la cabeza dimitir («¿Dimitir? Por supuesto que no»). Estoy seguro de que sus manifestaciones son sinceras, porque no recuerdo a ningún consejero de nuestro Gobierno regional que, en presencia de un escándalo, error mayúsculo o manifiesta incompetencia haya optado por dejar el cargo para que otra persona lo desempeñe con mayor acierto. En Asturias no dimiten los políticos, sólo abandonan el puesto cuando los echan los electores con su voto.

La desafortunadísima peripecia vivida por las cinco menores coloca la realidad de los centros de menores ante la sociedad asturiana. De todos los servicios sociales que gestiona el Principado, probablemente el más desconocido sea el relacionado con la custodia y tutela de los menores de edad. Personas extraídas o rescatadas de la compañía de familiares para instalarse en un centro oficial, desprovistos de anclajes emocionales. Llegan con heridas que no cura la convivencia en el centro residencial. La sociedad no quiere escándalos y le perturban las historias turbulentas, prefiere pensar que todo está en orden, pero el relato de las menores agredidas y obligadas a practicar la prostitución genera desasosiego. La respuesta social sería algo así como «no quiero hablar del asunto, que el Principado resuelva el problema».

La consejera va a aplicar nuevos protocolos, alguno relacionado con la Policía y el problema de la fuga de menores. En los pasados días insistió en que no había relación de causa-efecto entre las fugas del centro y los abusos sexuales que sufren los menores. Por mucho empeño que ponga en contradecir la lógica, todo abandono de la institución y, máxime, cuando es durante varias semanas o meses, aumenta la probabilidad de que los fugados sean atraídos o atraídas por redes de prostitución. Autoengañarse no sirve de nada.