Ignacio Villaverde presentó al nuevo equipo rectoral que le acompañará a lo largo de su segundo mandato, un periodo que durará el doble que el primero: seis años. Es probable que a lo largo del mismo se produzcan bajas entre sus colaboradores, bien sea por decisión del rector o por voluntad de ellos. Lo cierto es que estamos en el inicio de un nuevo proyecto, momento para el optimismo, tiempo habrá de digerir sinsabores y fracasos. Es difícil juzgar a cualquier rector con los criterios de antes (por ejemplo, cuarenta o cincuenta años atrás), porque la institución académica ha cambiado. Villaverde ha nombrado a nueve vicerrectores, algo que antes no era posible. Recuerdo cuando los estatutos de la Universidad de Oviedo, no sé si a mediados de los años ochenta, ampliaron hasta ocho el número máximo de vicerrectores. La diferencia se convierte en cualitativa cuando vemos las materias y objetivos que abarca el equipo rectoral. En el mandato que se inicia hay hasta una delegada de la Universidad en el Real Colegio Complutense de Harvard, institución que tuvo la oportunidad de visitar el rector el pasado otoño (pronto va a cumplir la Universidad de Harvard los 400 años de la fundación; a ver si va por allí Juan Vázquez y les organiza los actos del cuarto centenario con la brillantez que lo hizo cuando la Universidad de Oviedo llegó a tan respetable edad). La delegación se extiende para todo el mundo universitario estadounidense que debe de tener cerca de 5.000 universidades y más de doce millones de estudiantes.
Los cambios se han producido porque la Universidad de Oviedo, como el resto de las españolas y europeas, tiene otros cometidos que van más allá de la docencia, actividad que suponía, antes, más del 95% de la actividad académica. La sociedad pide títulos para los jóvenes (una demanda que se atiende con una generosidad muy superior al pasado) y que el alma mater resuelva los problemas de Asturias, desde la erosión marina hasta cursos de formación para la tercera y cuarta edad. Quizás por eso, Villaverde tiene tantos vicerrectores como Barbón consejeros y, al empezar el mandato, renovó a la mitad de su equipo, reconociendo que «en lo humano fue duro». Hace un año, Barbón hizo una operación similar en el Principado y despidió a su equipo con una comida en Luarca. Quiero decir que hoy día la universidad española se mira en el espejo de la política, en formas, protocolos, debates y zancadillas. A ver si en este sexenio logra el nuevo equipo rectoral ejecutar el plan de infraestructuras.