Empezamos la semana con el reforzante para el espíritu de la derrota del independentismo catalán, que ya había perdido de forma aún más llamativa en las elecciones generales del 23 de julio del pasado año, cuando entre todos los grupos ‘indepes’ obtuvieron 14 escaños, mientras el PSC sacaba 19. De aquella derrota no interesó sacar el correspondiente corolario: el electorado catalán rechazó a los nacionalistas, así que regalarles la amnistía no sirvió para pacificar, porque ya estaba por la desmoralización de los partidos identitarios, sino para blanquear a Puigdemont, que avanzó tres escaños el pasado domingo.
Pedro Sánchez, como haría cualquier líder, se apuntó el tanto de la victoria socialista y se puso a vender, de cara a los comicios europeos, la mercancía de la pacificación por la vía del perdón. Sólo le falta rescatar la estrategia de la reconciliación nacional, fotocopiando la tesis de Santiago Carrillo. No me escandalizo por ello, cada uno tiene su estilo y, sobre todo, no daña a nadie, es una estratagema menor.
Cobarde
En estas estábamos cuando el miércoles los socialistas presentaron en Sevilla a su primera candidata a las elecciones europeas, la vicepresidenta, Teresa Ribera, una persona comedida, a no ser que esté la ecología por el medio; al tomar la palabra dijo que van a ganar a «la derecha cobarde». La etiqueta que durante años le puso Vox al PP. Ortega Smith dijo muchas veces, la «derechita cobarde», aludiendo a Feijóo, Casado o Rajoy y Ribera copia el ultraje. ¿Tiene la vicepresidenta una piscina de fango? Me recordó a Pablo Iglesias, cuando dejó la vicepresidencia para competir con Ayuso en las elecciones madrileñas y sus primeras palabras fueron, vengo a parar a «la derecha criminal». Ya sé que lo de Iglesias fue más fuerte, pero están en la misma línea. En los días anteriores al retiro espiritual de Pedro Sánchez, el ministro Bolaños, otro moderado, habló de «la jauría», aludiendo al PP y Vox.
Todo lo anterior no pasa de ser una anécdota desafortunada ante lo sucedido ayer con motivo de la convención, ‘Europa Viva 24’, organizada por Vox, con participación de Javier Milei, Giorgia Meloni, Viktor Orbán o Marinne Le Pen. En un mitin de inicio de campaña, Pedro Sánchez arremetió contra la «internacional ultraderechista», atacó a la «ultraderecha con motosierra», etc. Todo ello sucedía en paralelo a una reunión de Milei con las principales firmas del Ibex-35.
Milei
Ningún Gobierno español trató así a presidentes de países amigos, con independencia del perfil ideológico. Invertimos más de 15.000 millones en Argentina, somos el segundo importador europeo de productos argentinos. Les da igual. Cuando gobernaron los Kirchner, trataron con dureza a las empresas españolas. Qué se lo pregunten a Repsol, que le vendieron una parte de la empresa a un amigo de la familia. ¿No le importa a Pedro Sánchez empeorar las relaciones con Italia, Hungría, Argentina o Francia? ¿Es esta la forma de prepararse para el nuevo escenario político europeo que salga de los comicios del 9 de junio?
El optimismo del lunes devino en preocupación el fin de semana. Las noticias regionales tampoco contribuyeron a aliviarla, con ese goteo de errores, enfoques equivocados y malos datos. La anunciada reforma de los centros de tutela de menores no dio paso a un aumento de recursos y contrataciones de personal, sino a la amortización de puestos de trabajo. Están todos los partidos de acuerdo en que se necesitan más educadores para trabajar con los adolescentes y, al final, en vez de ampliar el personal, se recorta. En esto ha devenido la lucha contra la burocracia: la Administración manda y el Gobierno acata, lamenta o se encoge de hombros.
Cogersa
Cogersa sigue dando una lección de cómo se trabaja en un mercado con monopolio administrativo. Cobraba 67 euros por cada tonelada de basura orgánica que recogía. Con ese dinero pagaba, holgadamente, el impuesto que le puso la vicepresidenta, Teresa Ribera, por apilar la porquería en el vertedero: 40 euros la tonelada. En 2024, Cogersa empezó a llevar la basura orgánica a una planta de basura bruta que había construido (63 millones de euros) y empezó a cobrar la tonelada a 96 euros. Fíjense, si el consorcio no invierte en tecnología, la tonelada nos sale a 67 euros, pero realizado el gasto pagamos más: 96 euros.
Vamos con la segunda parte del disparate. Una vez tratada la basura en la moderna planta quedaban 150.000 toneladas de residuos irreductibles, inmanejables. ¿Qué hacer con ellos? Cogersa ofreció pagar 100 euros por tonelada a la empresa que los quemara. Ninguna se mostró dispuesta. El pasado 24 de abril un gran incendio dejó inutilizada la planta. La porquería vuelve a la casilla inicial: los camiones la llevan al vertedero. Sin embargo, Cogersa sigue cobrando a los ayuntamientos la tonelada a 96 euros, como si fueran tratados en la planta. Así nunca tiene números rojos.
Por último, la Universidad de Oviedo no salió bien parada en el ranking de la Fundación Conocimiento y Desarrollo. Mejoró con respecto a la pasada edición, pero está en el puesto 66 de 81 universidades. Fueron evaluadas el 91% de las universidades españolas. Una institución cuatro veces centenaria, con unas raíces tan sólidas, que estuvo a la cabeza de Europa a finales del siglo XIX, ¡cómo no está entre las 30 mejores! Me temo que la región contagia a la institución.