Tormenta en la educación asturiana. La pasada semana dimitió Eva Ledo, directora general de Centros, Red de 0 a 3 y Enseñanzas Profesionales, y, a renglón seguido, los sindicatos y las familias anuncian un encierro y convocan una manifestación para la tarde del próximo viernes, apoyados por la Federación de Asociaciones de Madres y Padres de Asturias, la FAPAS Miguel Virgos. La movilización es la respuesta a largos meses esperando negociar con la consejera sin obtener respuesta. Quieren alcanzar un nuevo acuerdo de plantillas, reducir la burocracia (interminables peticiones a los centros y trámites absurdos que sólo sirven para dedicar las mejores energías a realizar tareas que no redundan en beneficio de la enseñanza), disminuir las medias jornadas, bajar la tasa de interinidad, etc. Los sindicatos emplazan a la consejera y dicen que «tiene este viernes la última oportunidad para negociar». En caso contrario, recrudecerán las protestas y no descartan recurrir a la huelga.
Lo más simpático de este asunto es que la consejera de Educación, Lydia Espina, en un momento determinado creyó que debía darles un premio a los sindicatos para que rebajaran las reivindicaciones, y no se le ocurrió otra cosa que crear un permiso retribuido para todos los profesores y maestros, consistente en cuatro días de asueto por cada curso escolar. Una especie de moscosos para la educación asturiana, que supone, por ejemplo, que en un centro de 25 profesores haya cien días sin un profesor, de modo que si hay otro de baja, empieza el jefe de estudios a hacer juegos malabares para tener a un enseñante en cada aula. No era una reivindicación sindical, pero a Lydia Espina le pareció una buena idea, porque los problemas cotidianos de la falta de personal en colegios e institutos no están entre las preocupaciones de la consejería. Ni que decir tiene que los nuevos moscosos forman parte ya de los derechos irrenunciables de los trabajadores y estarán vigentes para todo lo que queda de siglo, por lo menos.
En esas estábamos cuando la prueba de evaluación de diagnóstico, con la participación de miles y miles de alumnos en la región, tuvo que ser suspendida sobre la marcha al fallar el acceso a la plataforma de las pruebas. El follón que se organizó fue de época, con multitud de llamadas urgentes de los colegios al Centro de Gestión de Servicios Informáticos (GSI). Una situación angustiosa, como refleja el lacónico mensaje: «Veremos cómo salimos de ésta. Aborten misión, hasta nuevo aviso».