El próximo curso empezarán las clases de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, un nuevo grado universitario que, en su día, fue pretendido por Gijón, Mieres y Oviedo. Quien tenía mejores instalaciones deportivas y más espacio era Gijón; Mieres contaba con el apoyo del rector García Granda, que había declarado que el grado en Mieres costaría un millón y en otra sede serían diez millones. En la capital la titulación no formaba parte de las aspiraciones colectivas de la ciudad. Al final, el grado del Deporte fue a parar a Oviedo. El entonces alcalde de Mieres, el llorado Aníbal Vázquez, se quejó amargamente, al decir que la decisión suponía «una enorme decepción». Desde la Universidad se dieron tres razones: en Oviedo la institución tenía disponibilidad de instalaciones propias, una buena parte de los contenidos del grado ya se impartían en la ciudad y, muy importante, el grueso del profesorado vivía en la capital, así que el traslado a otra ciudad conllevaría «el abono de gastos de locomoción». Ingenuo de mí, no había reparado en que si el profesorado universitario vivía en una localidad distinta al centro de trabajo, el desplazamiento laboral debería ser bonificado por la institución académica.
En la resolución de la disputa pesaron otros factores, como el traslado de la Escuela de Ingeniería de Minas de Oviedo a Mieres y el silencio de Gijón. Recuerdo las humillantes explicaciones aportadas desde el Ayuntamiento gijonés, dándose por satisfecho por el hecho de que el plan estratégico recogiese la formación dual para Ingeniería Mecánica y algún doble grado. Imposible ser más tibios. En circunstancias así siempre me acuerdo del alcalde Areces, peleando por la representación municipal en Cajastur, por la ampliación del campus, por la ampliación portuaria, etc.
Me viene todo esto a la cabeza cuando veo el esfuerzo ingente que hay que hacer para empezar a dar clase en septiembre a los sesenta alumnos del primer curso del grado de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Por un lado, están los medios que aporta la Facultad de Formación del Profesorado y Educación, la adecuación del edificio de la Medicina del Deporte o las instalaciones del Club Atlético Universitario (CAU). Hay que adaptar todo de forma provisional, porque dentro de dos cursos la Facultad del Profesorado, con 3.000 estudiantes en la actualidad, colapsará si recibe más alumnos. Nunca fue tan bajo el número de alumnos matriculados en la Universidad ni hubo tantos problemas de espacio.