Toma de posesión de Ignacio Villaverde, como rector, para desarrollar un segundo mandato de seis años de duración. La Universidad de Oviedo lleva cuatrocientos años invistiendo a rectores, por eso tiene un ceremonial más rico que el resto de instituciones asturianas cuando depositan el poder en un miembro de ellas. Al ver a Ignacio Villaverde con la toga, la muceta, el birrete, la medalla y el bastón, como en los tiempos del Cardenal Cisneros, nos percatamos de la solidez del alma mater, del peso de las tradiciones que al final sirven para proteger a los que las gobiernan.
No hay un modelo de discurso para los rectores. Según pasan los años el estilo se transforma. Villaverde habló de la Universidad que sueña: «Excelente, responsable, de servicio, comprometida con el entorno, que no deja atrás a nadie, generadora de riqueza y profundamente humana». También hizo referencia a los objetivos, como la ampliación del campus del Cristo, con todo lo que conlleva, o la revisión de la docencia. Ahora se llevan discursos muy emocionales, a tono con una sociedad a la cual le encantan las lágrimas. Aludió a las heridas del cargo. A lo mejor necesitaba ese desahogo, pero cuando ganas unas elecciones y te rodeas del equipo que quieres, es más inteligente hacer caso al refrán: ladran, luego cabalgamos. El presidente del Principado tomó la palabra para explicitar la excelente relación que tiene con la institución universitaria y con el rector Villaverde, en particular. Adrián Barbón marcó dos objetivos para la Universidad: ser «polo magnético de atracción y retención de talento y estrechar la colaboración con el tejido productivo». Si se invierte más en investigación se podrán lograr los dos fines a la vez.
Mientras todo esto sucedía, Mariví Monteserín anunciaba la llegada de la Universidad Nebrija a Avilés. Imposible no alegrarse de que la tercera ciudad de Asturias tenga estudios universitarios, con grados y másteres, de verdad, no con sucedáneos. Dicho brevemente: desde hace cuarenta años en España se impuso el modelo de universidad municipal. Lo llamo así porque toda ciudad que se precie tiene estudios universitarios. No entro a dirimir si es o no un acierto, me limito a decir que el modelo se ha impuesto. En ese contexto, la Universidad de Oviedo realizó la mayor inversión de su historia para construir un campus universitario en una urbe con 40.000 habitantes, que 25 años más tarde, requiere de todo tipo de esfuerzos para darle contenido. De Avilés no se acordó nadie.