En plena jornada de reflexión hay que obviar la política para no pisar el fango o poner en tela de juicio el honor perdido de Katharina Blum y para eso nada mejor que escribir sobre la Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad (EBAU). Entre los titulares sobresalen las anécdotas, que en este caso son dramáticas, como siempre que se confunde el encargado de plantear los exámenes.
Las equivocaciones en la prueba de Matemáticas dejan en muy mal lugar al responsable o responsables del mismo. Si los errores equivalen a suspensos, en el caso de los alumnos, ¿qué nota hay que poner a los profesores que cometieron tres fallos al escribir los enunciados? A las equivocaciones se sumaron las rectificaciones tachando expresiones, incluyendo palabras o ampliando las soluciones.
Cuando se yerra en los enunciados no queda otro remedio que suspender el examen y convocarlo para otro día. Como siempre, el que manda nunca se confunde: «Ninguno de los enunciados en cuestión suponía que los ejercicios fueran irresolubles». Pues nada, a darles las gracias y hasta la próxima vez.
Provisional
La EBAU de este año lleva la etiqueta de provisional porque es la última que se realiza sin adaptarse a los dictados de la nueva Ley de Educación. La gente enterada dice que los cambios serán mínimos. Lo que hay ahora es una chapuza integral, se mire por donde se mire. Pongamos algún ejemplo, antes de entrar en las cuestiones de fondo.
En el examen de Historia de la Filosofía había dos textos, uno de Platón y el otro de Demócrito. Ahora bien, si los alumnos los encontraban un poco espesos, podían salir del aprieto respondiendo a una de estas dos preguntas: ¿Podemos alcanzar la felicidad? ¿Puede ser justa una sociedad con clases sociales? Hay dos Bachilleratos, uno que desemboca en Platón y otro en libros de autoayuda. Por cierto, no sé si la sociedad con clases puede ser justa, pero lo que ya sabemos es que las sociedades sin clases son líderes en pobreza y están ayunas de libertad. Para que los jóvenes se pongan a temblar: les cortan el acceso a internet.
Verdiciu
La otra anécdota no pasa de ser una insinuación. Cuando supe que los alumnos iban a escuchar una pieza musical para realizar el consiguiente análisis, intuí que no les pondrían un oratorio de Haydn, ni un trío de Schubert, ni siquiera una sonata de Liszt. Pensé en algo más nuestro y acerté: «El ritmo de Verdiciu». «Todos me miren de llau y dicen: neña ¡qué guapa yes!» Así da gusto examinarse.
La EBAU no es una prueba de selección para acceder a los estudios universitarios. Quizás lo haya sido algún día, pero ahora no pasa de ser un engorroso protocolo cimentado en bases radicalmente injustas: los exámenes son distintos, cada comunidad autónoma hace el suyo, pero los alumnos compiten por todas las plazas de los grados que ofertan las universidades.
Hasta la pandemia, el Ministerio de Educación marcaba unas pautas, pero desde entonces las desigualdades crecieron. Quedaba como último mecanismo de igualación la matriz de especificaciones que elaboraba el Ministerio donde se detallaban los contenidos de cada asignatura y el peso de cada uno en el examen. Este año, el departamento de Pilar Alegría hizo dejación de competencia y la matriz ya no existe.
En la EBAU se ha introducido el criterio de opcionalidad, dejando a los alumnos elegir las preguntas que contestan. Cada Gobierno autonómico es muy libre de ampliar o reducir la opcionalidad. Si una materia tiene 100 preguntas, el gobierno de turno puede exigir que se contesten 90 o 20. No hay límites. A más opcionalidad, los alumnos reducen la materia que estudian. En algunos territorios con estudiar solo el contenido de uno de los cuatro bloques en que se divide una asignatura les basta para aprobar. Si preparan dos bloques pueden sacar una nota alta. Hay regiones, como Cantabria, Navarra, Aragón, Murcia o Andalucía, donde el pasado año bastantes alumnos sacaron un diez en Historia estudiando menos del 50% de la materia.
Opcional
Asturias es una de las comunidades autónomas donde se juega más con la opcionalidad, porque se estira cual chicle el número de preguntas que no es necesario contestar. La benevolencia acompaña al estudiante asturiano desde su más tierna infancia. En Primaria, las dos comunidades donde hay un porcentaje más bajo de repetidores de curso son Cataluña (0,4%) y Asturias (0,6%). En Secundaria, vuelven a ser ellas dos: Cataluña (2,7%), Asturias (4,6%). En la EBAU, somos la región con un mayor número de sobresalientes: seis veces más que Baleares o Valencia.
En la nota de acceso a la Universidad, un 60% depende de la nota de Bachillerato y el 40% del examen (EBAU). En los colegios e institutos inflan las notas para que puedan escoger carrera los alumnos en el centro universitario que quieran. En la EBAU, entre la felicidad, la sociedad sin clases y Verdiciu, los aspirantes progresan adecuadamente. Me olvidaba de la opcionalidad que es la mayor perversión del sistema y que en Asturias utilizamos sin rubor.
La única esperanza que nos queda es ese intento de Feijóo para que todas las comunidades del PP hagan un examen único, con el mismo sistema de evaluación y el mismo día. Lydia Espina lo rechazó y puso como ejemplo, la injusticia de preguntar por Santa María del Naranco en otras regiones. Un día le pregunté a Joaquín Manzanares por la importancia de Santa María. Se quedó callado y, luego, dijo: «Es el Partenón del Prerrománico».