El declive demográfico se convirtió en el fenómeno social más destacado de Asturias cuando tomó el carácter de inexorable. La caída de nacimientos fue acompañada, ejercicio tras ejercicio, de una tasa de decesos que la triplicaba. Las pérdidas vegetativas no tenían solución por la vía de desplazamientos de la población, ya que la llegada de inmigrantes era muy pequeña. El Instituto Nacional de Estadística predijo que antes de 2037, como quien dice para pasado mañana, en Asturias habrá 939.000 habitantes, que es algo así como perder 100.000 habitantes en doce años. Un panorama más que preocupante, porque comportaría un cambio profundo en la estructura de población y la aparición de otra realidad económica para sustento de una región empequeñecida.

Sin que este escenario quede, ni mucho menos, descartado, en los últimos años emergen novedades en los comportamientos sociales que podrían tener una gran influencia en el balance demográfico. El saldo migratorio con el resto de España es positivo para nosotros. Hay más españoles que vienen a Asturias que asturianos que se instalan en el resto de regiones. No es fácil explicar este fenómeno, porque no mejoramos el ritmo de nuestro crecimiento económico, ni hay una mayor demanda de empleo, ni somos el territorio que otorga más beneficios a los foráneos. Sin embargo, las cifras lo dicen: vienen más que se marchan.

El factor que tiene más influencia en paliar la caída demográfica es la llegada de inmigrantes de países de como Venezuela, Colombia o Cuba. La inmigración desde países de Hispanoamérica tiene una interesante particularidad, como es la decisión de nacionalizarse. Llegan inmigrantes de otros países, sobre todo desde Marruecos, pero el peso de la población sudamericana es muy grande. Tomar la nacionalidad española es una demostración de compromiso con España y Asturias, y la prueba más clara de que se encuentran satisfechos formando parte del país. Con otras palabras: es una apuesta a largo plazo.

En 2022, entre ciudadanos provenientes de otras comunidades autónoma (11.000) y los que llegaron del extranjero (13.500), nos encontramos con un refuerzo importante para compensar el saldo vegetativo negativo que se ha acentuado en los últimos tres años al situarnos por debajo de los 5.000 nacimientos a lo largo de los doce meses. No conviene hacerse ilusiones, porque en otras regiones se da este fenómeno con mayor intensidad, pero es una buena noticia.