Todo empezó con las declaraciones de Adriana Lastra, a los tres días de haber tomado posesión como delegada del Gobierno. Cuando ya se habían apagado los ecos de la homilía del arzobispo el 8 de septiembre, la representante del Gobierno central en Asturias recuperó la controversia y dijo que el sermón de Sanz Montes era «profundamente político y ultraderechista». Y advirtió de que, en caso de no rectificar, lo denunciaría ante el nuncio. Manifestó su voluntad de tener un encuentro institucional con el arzobispo para acordar que la ceremonia de Covadonga «vuelva a ser lo que era, un día de encuentro entre todos los asturianos». Nadie había vuelto a hablar de esta cuestión; Lastra no se limitó a hacer una mera referencia, sino que fijó posición política para su gente, cargos institucionales y militancia.

En ese contexto se inscriben las manifestaciones de Adrián Barbón, al anunciar que por primera vez desde que es presidente del Principado no acudirá a Covadonga, «para evitar que se hable más de la homilía del arzobispo que de lo que significa la misa». No creo que con su ausencia logre que la homilía sea ignorada. Al contrario, el protagonismo de Sanz Montes será mayor que en pasados años; las palabras del arzobispo serán interpretadas con más detenimiento. El presidente del Principado dijo que no se sentía «conforme con lo que está pasando y por eso no voy a ir». El paso dado por Adrián Barbón estaba cantado desde el día en que Lastra recuperó el desencuentro con Sanz Montes.

La presencia de los principales representantes de las instituciones asturianas en la celebración del Día de Covadonga, en la Basílica de Santa María la Real de Covadonga, es una costumbre nacida en la Preautonomía, que sólo un año no se siguió porque surgieron imponderables. En nuestro marco constitucional, con décadas de rodaje democrático, no debería ser noticiable que un dirigente político acuda o no a la misa. Ahora bien, lo que no pueden pretender los dirigentes políticos es que su presencia venga precedida de un consenso con las autoridades religiosas sobre lo que se puede decir o no en el sermón. La visión sobre las principales preocupaciones de la actualidad española (inmigración, desempleo, privilegios territoriales) no tiene que ser compartida por políticos y mitras. Ambas partes deben tener plena libertad y autonomía.

Desde una perspectiva estrictamente política, el triunfo de Adriana Lastra es absoluto. En otros temas importantes tendremos la oportunidad de comprobarlo.