Inicio del curso académico, escolar, político, etc. Una vez más se comprueba que todo empieza en septiembre, no en enero, como dicta el calendario. Es el momento de realizar nuevos planteamientos o de matizar los que estaban vigentes hasta agosto, cuando empezó el mes sin agenda oficial. Para evitar la especulación banal, sería bueno preguntarse sobre los principales objetivos a conseguir. En los últimos años este planteamiento se expresa con una pregunta: ¿cuál es la prioridad?, ¿cuáles son las prioridades? Ayer mismo, en estas páginas, veíamos cómo un grupo de personas destacadas en el campo de la economía, la empresa y las relaciones laborales opinaban sobre las prioridades del nuevo curso económico. Lo mismo cabe hacer con las prioridades políticas o de la sociedad.
Pues bien, ¿cuál es la prioridad, por antonomasia, de Asturias?, ¿cuál es la gran prioridad de la región? Antes de contestar, quisiera advertir de que la respuesta tiene que estar relacionada con la importancia del asunto, por su naturaleza, y con la urgencia del mismo. Al menos esa es la interpretación que tiene el término, prioridad, en el debate político español. Es probable que algunas cuestiones sean vistas como las más importantes, pero no todas tienen una plasmación en el corto plazo. Pongo un ejemplo. Más de una vez he escrito que el declive demográfico es el principal problema de Asturias. Sin embargo, en el corto o muy corto plazo (el curso político que ahora comienza), hay cuestiones importantes, no tanto como la caída de la población, que resultan mucho más prioritarias porque se dilucidan en los próximos meses y por eso van por delante en el orden de prioridades.
La gran prioridad es evitar que el modelo de financiación catalana reste recursos a los servicios públicos asturianos. Hay que hacer todos los esfuerzos posibles para no quedarnos con una sanidad, educación o prestaciones sociales propios de una región pobre. No podemos retroceder. Tampoco vale la solución que apuntó Pedro Sánchez: elevar los impuestos, porque en esta región la cuota de «lamborghinis» es mínima. Sin que hayamos cometido errores estamos ante una emergencia. Es preciso que se mantenga la aportación de las regiones ricas (Madrid, Cataluña) a la caja común. Recibir una gran cantidad de dinero, ahora, para que aceptemos un sistema bilateral y asimétrico, no es sostenible. Hace falta mantener el actual sistema, con correcciones. Otro día hablaremos de los grandes objetivos, aunque no son tan urgentes.