Que todos los alumnos asturianos de la educación no universitaria sumen menos de 100.000, cuando en los años ochenta del pasado siglo llegaron a ser 150.000, produce desasosiego. ¿Hasta dónde llegará la pérdida de alumnado? Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en el año 2037 habrá menos de 75.000 escolares, así que el descenso se prolongará durante mucho tiempo y las aulas tendrán hasta un 27% menos de estudiantes que en el presente curso. Asturias es una de las regiones con un declive demográfico más acusado, pero el problema afecta a gran parte del país. En el decenio, 2013-2023, la reducción del número de menores de dieciséis años fue de 450.000 en España.
Si la caída de la natalidad es muy pronunciada, produce desajustes en cualquier país, porque, entre otras razones, no hay una generación que tome el relevo en el mundo laboral. Muchos negocios se cerrarán por falta de descendientes y las fábricas se ubicarán en otras latitudes que tengan mano de obra en abundancia. Ahora bien, el sistema educativo no tiene por qué salir mal parado con la llegada de menos niños a las escuelas. Es cierto que el excedente de profesores obligará a reconvertir el sistema, creando muchas más plazas de refuerzo, por ejemplo, pero la educación pública no deja de ser una pieza más de la Administración, que funciona con la máxima de que todos los empleados son pocos. La educación privada puede tener más dificultades, aunque la privada asturiana es la mejor educación de España, según los resultados del último Informe PISA. Lo cierto es que en ambas redes quedarán equipamientos infrautilizados, pero eso no es problema, basta ver a la Universidad de Oviedo, donde la gestión se centra en recuperar inmuebles y dar nuevas funciones a los edificios viejos.
Vamos a lo esencial. La pérdida sensible de alumnos permite ofrecer una educación de más calidad. Con menos discentes por grupo y más docentes de apoyo se pueden lograr dos fines: transmitir más conocimientos y evitar el gran mal del fracaso escolar. Sin embargo, hasta ahora el descenso del estudiantado en las aulas no ha venido acompañado de una mejora en la enseñanza. Se ha progresado en el fracaso escolar, aparentemente, porque con la política del aprobado general puede quedar enmascarado. De lo que no hay duda es que se transmiten menos conocimientos, aunque las notas sean más altas. Podemos concluir que, por ahora, el Principado no se ha planteado aprovechar la pérdida de alumnos para dar una enseñanza de calidad.