El proyecto de Ley de Proyectos Innovadores Estratégicos Regionales parece que va a ser consensuado: desde la izquierda de la diputada Tomé hasta la derecha de los cuatro diputados de Vox. De darse el apoyo de toda la Cámara, la novedad sería contar con el respaldo del partido de Abascal, porque el Gobierno de coalición no sólo quiere tener mayoría en el Parlamento, como pretenden todos los que gobiernan, sino que, además, considera que la operación se completa si queda excluido Vox. Por razones que se me escapan, en este caso concreto están dispuestos los socialistas a integrar en la norma alguna petición de la derecha radical. Es un acierto que del diálogo parlamentario no quede nadie excluido.

Aunque la norma tiene asegurada la mayoría, resulta interesante analizar las quejas u objeciones de la oposición. PP, Vox y Foro consideran que la ley llega «demasiado tarde». La construcción de la variante de Pajares duró 19 años. Es evidente que la infraestructura llegó demasiado tarde, porque Zapatero había dicho que se haría en cinco años (en 2009 iba a inaugurarse). El proyecto de ley del que hablamos no lleva fecha incorporada. La práctica totalidad de la sociedad no sabe de su existencia y los diputados se pasan meses y meses sin preguntar por él. Andrés Ruiz (PP) afirmó que somos «la penúltima comunidad autónoma en impulsarlo». Me gustaría saber cuántos políticos en España, además de Ruiz, llevan ese control de propuestas autonómicas de corte burocrático. Pumares (Foro), dice que llega «15 o 16 años tarde». Entonces hay que repartir la culpa entre Barbón, Fernández, Cascos y Areces ¿No hay otro motivo para la crítica?

En la norma consta que un proyecto es estratégico cuando se invierten 30 millones o se crean 100 puestos de trabajo. En concejos en trance de despoblación, la inversión se reduce a 14 millones y los empleos a 50. Cifras fáciles de recordar (30, 50,100), pero sin justificar; el carácter estratégico de una inversión tiene que ver con el sector donde está enclavada y la transcendencia para la región. Si cambiamos las coordenadas y nos guiamos por los millones y los empleos, cualquier cifra vale. Ruiz puso un ejemplo: «No se puede decir que un proyecto de 25 millones en Gijón y que suponga el mantenimiento de 300 empleos no sea estratégico». Y otro más: una empresa que invierte 14 millones en Degaña y crea 40 empleos, según el proyecto, tampoco es estratégica. Si nos ponemos a jugar con los números redondos, sin basarnos en conceptos, todo es estratégico y nada lo es.