Los primeros datos sobre el comportamiento de la actividad turística en el verano, que ya incluyen el mes de agosto, permiten afirmar que el pesimismo mostrado por algunas patronales al empezar el estío carecía de fundamento. Los hoteles fueron, un año más, el principal recurso de alojamiento utilizado por los forasteros, con el doble de clientes que los apartamentos turísticos, y un 50% más que los campings, segundo tipo de alojamiento más demandado. La amenaza de las viviendas de uso turístico, que supuestamente iban a dejar a los hoteles sin clientes, no se ha cumplido. Al contrario, la cuota de mercado de los hoteles ha crecido. El año lo iniciamos con un crecimiento espectacular de turistas y pernoctaciones, que duró hasta el mes de mayo; al empezar el verano hubo algunas dudas, pero a falta de conocer los datos de septiembre el balance es positivo.
El sector débil es el turismo rural, que sigue el descenso iniciado durante la pandemia. En el mes de agosto tuvo un 6% menos de turistas que el año pasado y una pérdida del 9% de pernoctaciones. Vienen menos y están menos tiempo en los establecimientos rurales. Hace dos o tres años se pensaba que el turismo rural iba a ser el gran beneficiado de la pandemia, con el temor de la gente a las multitudes, pero el gran beneficiado fueron los campings, un sector que no fue muy bien tratado por las administraciones (Principado y ayuntamientos), al fijarse como gran objetivo la búsqueda del turista rico. Como está feo decirlo de una forma descarnada, en los discursos de los políticos se hacía alusión a captar ‘otro tipo de turista’. Igual que se perdieron plazas de aparcamiento para coches en las ciudades, también se perdieron plazas de camping en más de un municipio.
En Asturias el descenso del turismo rural toca la fibra sensible del Gobierno asturiano, al ser la gran apuesta del Principado en las primeras legislaturas autonómicas, cuando la reforma de la Rectoral de Taramundi (85 millones de pesetas) sirvió para ensanchar la oferta turística, poniendo en valor lugares remotos que sólo transitaban los excursionistas. El turismo rural no atraviesa su mejor momento en la cornisa cantábrica. Este verano, creció en Álava, pero se dio un batacazo en Vizcaya y se mantuvo a duras penas en Guipúzcoa. En Cantabria tuvo un porcentaje similar al de Asturias. Desde una perspectiva estratégica el turismo rural tiene un valor cualitativo para la Asturias despoblada, como activo económico. Igual nos anuncia el Principado un plan de choque.