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Juan Neira

LARGO DE CAFE

LA LOCOMOTORA

La semana de la Constitución, con sus días festivos, se inicia con el 93% de las plazas hoteleras reservadas. Un porcentaje de ocupación que crece con las estrellas del negocio, hasta llegar al 99% de las reservas en los establecimientos de cinco estrellas. Con los mismos días festivos la demanda hotelera era muy inferior treinta años atrás. No hay otra actividad económica en el mundo que haya mantenido un crecimiento constante durante tantas décadas. A mediados del siglo XX había 25 millones de turistas en el mundo y el año pasado fueron 1.500 millones, dando empleo a 300 millones de personas. En Asturias, a su escala, se repite la secuencia, con la particularidad de que hasta el otro día fue una actividad infravalorada, propia de sitios atrasados, como Andalucía o Canarias. Identificados con la industria pesada, no entendíamos que una actividad tan liviana como obtener beneficio de prestar servicio a los visitantes fuera algo consistente. En los discursos de la Junta General del Principado, carbón y acero no dejaban sitio a los camareros. Por eso la primera oferta turística, liderada por el Principado, fue la Rectoral de Taramundi, con un reclamo distinto, que apelaba más al recuerdo de los ancestros que al marketing. Y, aún más importante: estaba en las antípodas del turismo de sol y playa, propio del desarrollismo, con el que España salió de la pobreza en los años de los sesenta y setenta.

En la semana de la Constitución, la única oferta de alojamiento que tiene capacidad excedente es la del medio rural. Predomina el turismo urbano, como sucedió a lo largo del año. La desestacionalización, gran mantra del turismo asturiano, se identificaba con urbanitas que venían en otoño o invierno a curarse del estrés en las reservas de la biosfera, pero resulta que van al centro de nuestras ciudades a divertirse. Tras la pandemia se pensaba que habría una gran demanda de turismo rural, pero ocurrió lo contrario. No nos debe de extrañar que, en Europa, las cinco mayores aglomeraciones de turistas se den en París, Estambul, Roma, Praga y Londres. Cataluña vive mucho más de los cruceros que atracan en el puerto de Barcelona (3,2 millones de pasajeros) que del encanto del Ampurdán.

Celebremos el éxito de turismo en Asturias (12,5% del PIB), que se va a confirmar en el largo puente del próximo fin de semana. Tras el confinamiento del virus (2020), el turismo reanimó la actividad económica y el empleo en Asturias y en el resto de España. Este año aportará 224.000 millones al PIB nacional.

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por JUAN NEIRA

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