En la emergencia del apagón que alteró las rutinas de ciudadanos e instituciones se pudo comprobar una vez más que el presidente del Gobierno actúa solo y, en este caso, sin dejar hablar a los ministros. Un tipo de comunicación, líder-pueblo, que practicó en la pandemia y que es un calco de la dinámica de las elecciones primarias, donde pudo ganar el favor de las bases del PSOE con argumentos de peso, «no es no», sin oír los órganos del partido.
Del hiperliderazgo quien sale más dañado es el Parlamento, porque su papel queda debilitado, entre la constante apelación a la figura del Decreto Ley, la banalización de la sesión parlamentaria destinada a hacer preguntas al Gobierno y las ausencias en la Cámara del presidente del Ejecutivo.
Hago esta reflexión porque el otro día el consejero de Ciencia del Principado, Borja Sánchez, pidió en la Junta General del Principado respeto a la división de poderes en la comisión sobre el accidente de la mina de Cerredo. Sin duda, la división de poderes es un asunto fundamental para que las instituciones jueguen su papel, y habría que apelar a la misma más de lo que se hace, pero en la cuestión de la investigación de la tragedia de Cerredo quien estuvo más cerca de anular el papel del Parlamento fue el Gobierno, que hizo esfuerzos para intentar que no se constituyera la comisión de parlamentaria, dando por buenas las otras vías de investigación (una judicial y dos administrativas), pero desechando la actuación de la Cámara autonómica porque la comisión se convertiría «en un circo». Por desgracia, es muy difícil encontrar un gobierno que con su actuación mejore el prestigio del Parlamento.
El consejero de Ciencia recordó en la Junta el compromiso del Gobierno de «regenerar» el departamento de Industria. Lo de la regeneración ya se lo habíamos oído a Ovidio Zapico (IU) que ligaba de forma implícita la tarea de regenerar a la dimisión de la consejera de la Transición Ecológica, Belarmina Díaz. Las palabras no son inocentes. Una cosa es que los dos consejeros hubieran apelado a la revitalización o el relanzamiento, etc. y otra que anuncien la regeneración. Para poder regenerar es preciso, previamente, degenerar. ¿Quién había degenerado la gestión de las competencias industriales? ¿Se referían a la exconsejera de Industria, Nieves Roqueñí, feliz presidenta de la Autoridad Portuaria de Gijón? ¿Tenían en mente la labor de Belarmina Díaz, siete años directora general de la Minería? Las despidieron con emoción y ahora hablan de regeneración.