El VI Encuentro Ciudadano de la Fundación Libertad y Desarrollo, impulsado por el empresario guatemalteco, con raíces asturianas, Dionisio Gutiérrez, para analizar la coyuntura política se celebró en el teatro Campoamor de Oviedo. Era la primera vez que uno de los encuentros de la Fundación Libertad y Desarrollo tiene lugar en Europa y tuvimos la suerte de que los debates se desarrollaran a poco más de cien metros de la Junta General del Principado y del palacio de Presidencia del Gobierno. En el teatro había siete expresidentes iberoamericanos y veinte expertos internacionales en geopolítica, economía y seguridad global.
La gente formaba filas ante el coliseo, la banda de tambores y gaitas tocaba en la calle y un viandante me preguntó si era un ensayo de la ceremonia de los galardones Princesa de Asturias. Tenía un gran parecido, aunque carecía de la solemnidad de los Premios Princesa de Asturias; el personal llevaba el uniforme de gente normal para evitar que por un resquicio se colara la sensación de ridículo. Alfredo Canteli, como anfitrión, leyó unas palabras de recibimiento. Ayer jueves, a las seis de la tarde, nuestra clase política, con excepciones, estaba tan ocupada que no podía asistir a un acto donde se iba a tratar sobre la amenaza del populismo autoritario, o sobre la relación entre política y el desarrollo; también estaba en el programa cómo rescatar los valores, el prestigio y la efectividad de la política. Y para terminar un asunto de gran actualidad: geopolítica, ciberseguridad e inteligencia artificial. Los temas eran atractivos –en otra época se diría comprometidos– y los ponentes tenían la experiencia acumulada de haber presidido el Gobierno de una nación, pero todo eso no tuvo suficiente entidad para que muchos de los nuestros fueran a sentarse a las butacas del Campoamor con las ganas de aprender del escolar aplicado cuando ocupa su pupitre.
Somos especialistas en calificar de jornada histórica cualquier fecha del calendario donde ocurre algo mínimamente relevante. Sin embargo, ayer, un acto que no tenía precedentes y que permitía conocer puntos de vista distintos sobre cuestiones fundamentales, no mereció la menor atención. A lo mejor es porque hablaba José María Aznar. El expresidente español dijo que teníamos una crisis política muy grave que tiene dos características: el desgarro de la nación y la centrifugación del Estado. Y destacó que no necesitamos más nacionalismos, ni localismos, ni tribalismos. Añado: ni sectarismos.