El Gobierno de coalición de la izquierda aprobó la reforma del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF), paso previo para que sea debatida en la Junta General del Principado. El consejero de Hacienda y portavoz del Ejecutivo volvió a insistir en las bondades de la reforma, que, según él, va a beneficiar al 80% de los asturianos. Puestos a ensalzar las mejoras de los cambios en el IRPF, Guillermo Peláez llegó a decir que con ellos la clase media trabajadora podrá ahorrar casi 110 millones de euros, sumando los beneficios del IRPF con las deducciones fiscales derivadas de la «vía fiscal asturiana».
La reforma fiscal, como titular, tiene buena acogida entre la población, porque lleva implícita un mensaje de mejora en la recaudación o en la distribución de la carga fiscal, que no siempre se corresponde con la realidad. En el caso que nos ocupa, no debería hablarse de reforma sino de simple modificación, porque cambiar unas pocas décimas algún tramo del IRPF, sin tocar ningún otro impuesto, salvo un específico gravamen para el caso de los tenedores de diez o más viviendas, cuando adquieran un nuevo inmueble, no debería dar pie para hablar de reforma fiscal.
Los cambios son tan leves que el propio consejero habla de ahorro de 119 euros para los esforzados trabajadores (la clase media trabajadora del discurso oficial). Podemos decir que nadie se va a enterar de los ajustes en el IRPF, porque las diferencias entre lo que hay antes de la reforma y lo que habrá cuando se haya aprobado son mínimas. La mayor parte de los casi 110 millones de ahorro vienen por unas subvenciones (deducciones en el IRPF) que concede el Gobierno a los menores de 35 años para que se paguen sus «gastos vitales» (2.000 euros) o por el tratamiento de familia numerosa que concede el Principado a las unidades de convivencia con dos hijos (2.100 euros). Estas subvenciones están englobadas bajo el título de vía fiscal asturiana que no hizo fortuna entre otros gobiernos regionales. Los impuestos, incluyo las deducciones, deben tener una vocación de universalidad, objetividad y transparencia que difícilmente se encuentra en la expresión de «gastos vitales» que van desde la financiación de los alimentos diarios a la asistencia a una función de ópera.
Espero que de estas cuestiones se hable en profundidad en la Cámara autonómica, evitando, aunque sea por una vez, las simplezas. No considero tan importante el resultado de la votación (está cantada), cuanto la calidad de la argumentación.