Las informaciones oficiales sobre el estado de los incendios (activos, estabilizados, controlados) daban licencia para pensar que ya estábamos en la fase de fuegos controlados, o en vías de serlo, pero bastó que cambiara el sentido del viento para que en localidades de Cangas del Narcea, Somiedo o Degaña los vecinos volvieran a vivir horas angustiosas al ver cómo las llamas llegaban a unos pocos metros de los pueblos (Genestoso). Supongo que para los profesionales de la extinción de incendios o los personas que llevan decenios viviendo en ese medio rural, de pendientes pronunciadas y terrenos accidentados, no les extrañará que el incendio reviva cuando estaba bajo control, y las llamas cobren tanto protagonismo como hace diez días, cuando había diecisiete incendios en la región.
Los vecinos se quejan de la escasez de medios aéreos para apagar los fuegos, mientras en otros concejos los hay en demasía. Es muy difícil saber, sin conocer todos los datos, si los efectivos están bien distribuidos, aunque hubo actuaciones bochornosas, como lo sucedido con la visita del presidente del Gobierno a Degaña, con tres hidroaviones y dos helicópteros dando vueltas en el cielo. Tuvo que llegar Sánchez para que los vecinos vieran los hidroaviones sobre su concejo. Uno de ellos declaró a este periódico que los hidroaviones no podían trabajar en ese paraje (eso les habían contado), pero con la visita del presidente del Gobierno había hasta tres descargando agua. Ese tipo de comportamientos oficiales nos retrotraen a épocas muy lejanas.
El presidente del Principado señaló que «en Asturias hemos logrado que no se haya incendiado ningún pueblo». Sin duda es un logro. Lo más importante es que no haya víctimas mortales, luego que se salven los pueblos y, en la medida de los posible, que la quema de los pastos no sea extensa.
Cómo cambian las circunstancias. El pasado lunes, un consejero del Gobierno destacaba la eficacia de los efectivos desplegados en Asturias para apagar los fuegos («control del fuego en tiempo récord») y lo oponía a lo que sucedía con los servicios de extinción de incendios en León, con fuegos incontrolados que avanzaban por la ladera del monte rumbo a Asturias. Siete días más tarde, bastó que cambiara el sentido y la fuerza del viento para que la situación se haya vuelto angustiosa, pese al esfuerzo agotador de los distintos servicios de extinción de incendios y los vecinos de los pueblos de la zona. Hay que ser muy prudente con los incendios. Y también al hacer política.