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Juan Neira

LARGO DE CAFE

PUERTAS GIRATORIAS

Adrián Barbón, en sus seis años de presidente del Principado, se vio en la necesidad, o conveniencia, de prescindir de cuatro consejeras del Gobierno que estaban en el ejercicio de sus funciones. No cuento los consejeros que abandonaron el Ejecutivo al terminar el primer mandato, porque al finalizar la legislatura se pone el contador a cero y no hay formalmente ceses ni dimisiones.

Barbón acertó en los cuatro ceses, aunque su forma de gestionar los cambios en los gobiernos es un tanto peculiar. De cara a la galería prefiere la fórmula de las dimisiones: en vez de echarlas de los gobiernos, son ellas las que por diversas razones renuncian al cargo. La ceremonia se culmina con una despedida por todo lo alto en la que Barbón ensalza las enormes virtudes y grandes éxitos que tuvieron como miembros del Ejecutivo. Por si todo esto fuera poco, se crea la obligación moral de dejarlas colocadas y a todas les procuró un buen destino, menos en un caso que ya veremos.

Melania
Tras las elecciones de 2019, Melania Álvarez fue portavoz del Gobierno y consejera de Derechos Sociales y Bienestar. Los problemas a Melania Álvarez le surgieron con las ayudas al alquiler que pronto superaron el año de impagos; luego se sumaron los impagos del bono social térmico y, posteriormente, las deudas con las entidades de la discapacidad. IU y el centro-derecha no le ahorraban críticas.

Al empezar el segundo mandato, dejó de ser portavoz y perdió las competencias sobre la vivienda que pasaron a manos de IU. Unos meses más tarde surgió la ocasión que Barbón esperaba: Enrique Fernández, exconsejero de Industria del Principado, dejaba el Senado para presidir Hunosa. El escaño libre fue para Melania. En vez de reconocer que fue un cese, Barbón presentó la marcha como la dimisión de su excelente consejera.

Roqueñí
El segundo cese fue el de Nieves Roqueñí, consejera de Transición Ecológica, Industria y Desarrollo Económico. Roqueñí había actuado con manifiesta torpeza en la huelga de las estaciones de Inspección Técnica de Vehículos (ITV), pero más grave fue lo de Cogersa, al estar todas las plantas sin seguro de daños (incendios, robos). Tuvo la mala suerte de que la mejor instalación, la planta de basura bruta, se incendió y quedó convertida en cenizas. A ello hay que añadir un hipotético conflicto de intereses al tener familiares directos trabajando en el sector de la minería. Una ruina política.

Barbón aprovechó un hueco en la presidencia de la Autoridad Portuaria de Gijón y en las redes sociales anunció que Roqueñí presidiría El Musel, como si fuese un ascenso. En la despedida llegó a decir que su figura «tenía reconocimiento internacional».

Belarmina
ARoqueñí la sucedió en la Consejería de Transición Ecológica su directora general de Energía y Minería, Belarmina Díaz. A los dos meses ocurrió el siniestro de la mina de Cerredo, con cinco muertos. Pronto aparecieron unas relaciones difíciles de entender entre el Principado y la empresa Blue Solving, que cometió diversas irregularidades en la explotación de Cerredo sin que la inspección del Principado se apercibiera. Sabían más los lugareños de las ilegalidades que los inspectores.

Belarmina Díaz, como su amiga y colega Roqueñí, también tenía familiares directos trabajando en el sector. La oposición exigió responsabilidades políticas en el pleno del Parlamento, con Adrián Barbón ausente, que solo hizo acto de presencia unos momentos antes de que Belarmina Díaz anunciara su dimisión: «Gracias, presidente, por haber confiado en mí».

Dos ceses vestidos de dimisiones (Melania Álvarez, Belarmina Díaz) y un tercero (Roqueñí) vendido como si fuese la promoción a un puesto irrenunciable: la presidencia de la Autoridad Portuaria de Gijón. Ni Melania había pensado antes en ser senadora ni Roqueñí tenía El Musel bajo su radar, un puesto extraño para una ingeniera de minas. Ahora bien, cualquier cosa menos quedarse fuera de la elite política. Una cosa es ser cesado y otra ser desterrado a la sociedad civil.

Espina
Llegamos al cuarto cese/dimisión: Lydia Espina, la consejera de Educación. Cometió el error de modificar la jornada escolar de los meses de verano (junio, septiembre) y provocó la mayor movilización de la enseñanza asturiana, a la que le pusieron letra y música: «Lydia Espina, Lydia dimisión, baja del despacho, ponte el mandilón».

Como es una persona fuerte, equilibrada y optimista encaró con semblante sereno la primera ronda de negociación con los sindicatos (otros en su lugar, estarían cabizbajos) pese a que el presidente del Gobierno la había desautorizado anulando la nueva jornada escolar que ella había aprobado.

A la vuelta del fin de semana, presentó, formalmente, la dimisión. Dos meses más tarde, Adrián Barbón estudia darle el escaño en el Senado que deja libre Melania Álvarez al fichar por una empresa privada.

Conclusión: las puertas giratorias funcionan. Los ceses son asumibles si llevan consigo un nuevo destino político. La primera preocupación del político es defender su empleo. Un buen líder es aquel que logra que su equipo mantenga el pleno empleo. El Senado es un salvavidas para políticos que sufran la desgracia de quedarse sin nómina. Todo político que está un mandato en cualquier institución representativa (Ayuntamiento, Comunidad Autónoma, Cortes Generales) puede ejercer cualquier cargo público con solvencia. Un día veremos a Espina en El Musel y a Roqueñí…

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por JUAN NEIRA

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