La semana empezó con la asistencia de Juan Cofiño a la misa en la Basílica de Covadonga, oficiada por el arzobispo de Oviedo, Sanz Montes, y terminó con la entrevista del presidente de la Junta General del Principado en este periódico. En las respuestas Cofiño no da titulares, deja reflexiones. En definitiva, fue el protagonista de la semana, sin prometer inversiones ni zaherir a la derecha.
Con las homilías de Sanz Montes, como pretexto, logró Adriana Lastra que el sanedrín de su partido hiciera el vacío al mitrado y con ese mismo argumento dio Cofiño una lección de convivencia.
En la entrevista aparecieron los retos de Asturias en la actual coyuntura: demografía, inmigración, industria, Administración autonómica. Vamos a verlos.
Cuando se habla de demografía surge inmediatamente la expresión, ‘declive demográfico’, representado en una curva con trazo descendente. En los tres últimos años, la tendencia se ha invertido. El presidente del Parlamento no cree en la eficacia de las ayudas a la natalidad para acrecentar el número de nacimientos. Sin embargo, en la anterior legislatura, el Gobierno asturiano aprobó subvenciones para que aumentara la descendencia. Fue la medida estrella del proyecto presupuestario. Pues bien, no obtuvimos más información. No sabemos si las subvenciones tuvieron mucha o poca influencia en la cifra de nacimientos. Deduzco, que constituyó un fracaso porque el presidente del Gobierno y la vicepresidenta nunca aportaron datos.
Inmigración
En la entrevista, Cofiño, al hablar de demografía apela a la inmigración. La llegada tan grande de ciudadanos de otros países, sobre todo de Colombia, Venezuela o Marruecos, en busca de trabajo. Si vienen es porque España es el país con más oferta de empleo. Da un paso más y dice que «los consulados deberían trabajar como agencias de colocación».
No es una idea novedosa, aunque sí desconocida. Cuento una anécdota. Hace cien años, en el Consulado General de Lyon (actualmente no existe una oficina con ese rango en la ciudad, depende de Marsella), la emigración española (de muy bajo nivel cultural, muchos no sabían leer) accedía a los empleos a través de los oficios del cónsul. Se podría recuperar esa vía.
La industria es un tema obligado en las declaraciones de los políticos asturianos. El protagonista de la semana es optimista y está convencido de que verá la inversión en DRI (proceso de reducción directa de mineral de hierro para fabricar acero) en la factoría gijonesa de Arcelor. En 2021, Pedro Sánchez y Lakshmi Mittal anunciaron la inversión en DRI, con el Gobierno de España aportando 500 millones. Ya pasaron más de cuatro años y cada vez está más lejana la probabilidad de acometer esa iniciativa. Mittal ha detenido todos los proyectos similares en Europa. A ello hay que añadir los aranceles de Trump, como última variable que hace inviable el acero verde tal como estaba ideado.
Hostilidad
Desde una perspectiva más amplia, la Unión Europea se ha convertido en un sitio hostil para la industria, al poner todos los costes medioambientales sobre la cuenta de resultados de las factorías y permitir la llegada de mercancías sucias (sin costes medioambientales) y subvencionadas desde países ajenos a la UE. En su día se cargaron la industria naval y ahora están haciendo pasar por el mismo proceso a la siderurgia y al automóvil. Después nos extraña que seamos los campeones de la burocracia, cuando no nos dejan otra forma de ganarnos la vida.
Administración del Principado. Cofiño está en contra de aumentar la plantilla de funcionarios autonómicos. Considera que con la inteligencia artificial y «una buena administración digital» se pueden liberar recursos para las tres prioridades del gasto: «sanidad, educación y envejecimiento».
Funcionarios
Me parece un enfoque sensato que choca con la realidad del crecimiento anual de los puestos de trabajo en el Principado.
Cuando Adrián Barbón llegó al poder, julio de 2019, el Principado tenía 36.484 empleados públicos. Cuatro años más tarde, cuando fue nuevamente investido presidente, había más de 42.000 empleados autonómicos en nómina. Se puede decir que la Administración del Principado crece a una media de 1.500 empleados nuevos cada año. En términos generales el aumento de funcionarios supone un gasto de más de 50 millones anuales. Si en ese ejercicio hay un recorte de la jornada, la cantidad se eleva considerablemente.
Nadie puede justificar racionalmente que el Principado tenga 1.500 empleos más en cada ejercicio. Ese ataque de bulimia tiene como consecuencia que los asturianos paguemos impuestos, sobre todo, para financiar las nóminas del Principado.
Voy a un asunto que dejé ayer pendiente. La razón por la que la FSA no abrirá sus puertas al debate partidario. Gobernar un partido monolítico, si se me permite, autoritario, tiene muchas ventajas, entre ellas poder cambiar de línea política sin costes. La FSA mudó su tradicional alma jacobina por la emoción nacionalista, sin discusiones. Por cierto, Cofiño, en un ejercicio de bonhomía, decía que «todos los presidentes tienden a aislarse y rodearse de un grupo de personas concretas», excluyendo a Barbón «porque pisa mucho la calle». Pues bien, teniendo muchos menos elementos de juicio que Cofiño, sospecho que la emoción nacionalista le llegó al presidente de un grupo concreto, ajeno al partido, y capaz de inventar lenguas.