De manera inesperada se ha colado en la agenda política asturiana el tema de la cooficialidad del bable (llingua, asturiano). A los dos años de haber sido rechazada la oferta de la ‘oficialidad amable’, realizada por Adrián Barbón, reaparece la misma propuesta con el presidente de la Academia de la Llingua ejerciendo de introductor de embajadores y el presidente del Principado dando satisfacción a sus deseos. Uno pide y exige, el otro concede.
¿Cambiaron las circunstancias en dos años? En el anterior mandato, la apuesta por el sistema trilingüe (castellano, bable, eonaviego) contaba con el apoyo de 26 diputados en la Junta General del Principado y la duda de Adrián Pumares (Foro). En la presente legislatura solo hay 24 escaños a favor de la oficialidad. No se entiende que, habiendo perdido apoyos, intenten imponer nuevamente el modelo trilingüe. Las rotundas declaraciones de Álvaro Queipo, presidente del PP, en contra de la cooficialidad pone fin a una iniciativa inverosímil dada la correlación de fuerzas en la Cámara.
En 2022, el Gobierno socialista y la FSA sufrieron un revés político y parlamentario muy duro al ser derrotados en un tema de contenido ideológico e importancia estratégica. En esta ocasión el balón de la cooficialidad quedó pinchado antes de empezar el debate parlamentario. Dos patinazos seguidos, en tan poco tiempo, es algo que nunca le había pasado al socialismo asturiano en una materia tan importante.
Fracaso
El pasado mes de febrero, el Principado anunció una remodelación del Gobierno que nunca llegó a ser sancionada. La operación fracasó porque colectivos sociales y culturales no veían con buenos ojos la creación de una superconsejería de asuntos sociales y culturales. ¿Desde cuándo los colectivos de cualquier tipo tienen capacidad para vetar la remodelación de los gobiernos? Es muy inusual, por no decir inédito, que las iniciativas más importantes de un gobierno queden desbaratadas antes de ser aprobadas. ¿Va a ser este el modo de gobernar en el Principado durante la presente legislatura? ¿Debemos acostumbrarnos a ser gobernados a través de anuncios sorprendentes de corto recorrido?
Es muy libre Adrián Barbón de plantear la cuestión de la cooficialidad del bable, pero no es serio hacerlo según el modelo cremallera: un año sí, otro año no, un año sí, otro año no. Mientras no tenga la certeza de contar con el apoyo de 27 diputados debe abstenerse de contribuir a la confusión con propuestas de imposible realización.
Hay que reformar el Estatuto de Autonomía para imponer el sistema trilingüe, así que no es de recibo lanzar por las redes sociales una iniciativa esquemática, en clave soflamática, y con la exigencia de ser atendida y aprobada como si se tratase de una urgencia sanitaria, económica o energética. Si se quiere tratar, de verdad, el tema de la cooficialidad debería abordarse la particularidad del bable y el eonaviego, como lenguas que se quieren hacer oficiales con una mínima base de hablantes.
Artificio
De las seis regiones en que hay bilingüismo oficial, en ninguna es tan reducido el número de personas que utilizan la lengua vernácula. Hablo en términos relativos, no digo ya en absolutos. De ahí podrán deducir que no se adapta nuestro caso al modelo gallego, sino al vasco, donde no hubo un ápice de amabilidad para implantar el bilingüismo, sino que se hizo por el método de la bañera: la inmersión. Un sistema que a ellos les resultó carísimo por la dificultad del euskera, y que a nosotros nos saldría menos oneroso, pero no sería una carga liviana para las arcas del Principado. El artificio de imponer una lengua desde las instituciones tiene un coste que pagan todos los ciudadanos.
Es también llamativo que en un territorio de 10.600 kilómetros cuadrados se reconozcan tres lenguas oficiales. En la Unión Europea, cada país tiene una lengua oficial, salvo Irlanda, que tiene el irlandés y el inglés. Lo más parecido al trilingüe asturiano lo encontramos en Luxemburgo, que además de su propia lengua tiene como oficiales, al alemán y al francés como vehículo de comunicación, que esa es la función de las lenguas. Igual que nosotros: donde ellos tienen al alemán, nosotros al eonaviego. De río a río.
Seriedad
Plantear con seriedad la reforma del Estatuto para acordar otro modelo lingüístico supone aceptar que hay que trabajar con el objetivo del consenso. No cabe imponer otro modelo lingüístico con la exclusiva bandera de la izquierda y el amparo de las reducidas minorías que agitan el árbol para recoger las nueces. Si se aprueba un modelo lingüístico es para que permanezca en el tiempo, valga para todo tipo de gobiernos y no sirva para discriminar a los ciudadanos. Sería una irresponsabilidad grave oficializar lenguas para dividir a los asturianos. Resulta desolador constatar que ni hace dos años ni ahora hubo la más leve intención de llegar al consenso lingüístico.
Desde la primera vez que Barbón habló de la cooficialidad del bable hubo un indisimulado interés por ignorar lo que dicen los ciudadanos sobre la oferta trilingüe. Una cuestión que concierne al millón de asturianos y sobre la que todos tenemos opinión. Mucho presumir de primarias, mucho decir que las bases tienen la palabra, pero al llegar a la cooficialidad, nada de consultas, que decidan las elites, esa heterogénea mezcla de diputados y académicos que saben mejor que nadie las lenguas que debemos hablar los asturianos.