En la mayoría de las ocasiones el debate propiciado por las interpelaciones parlamentarias no pasa de ser un ejercicio retórico, totalmente desligado de los intereses de la sociedad; sin embargo, a veces, sirven para tener información sobre asuntos ignorados o que sólo un reducido grupo de personas conocen. Eso fue lo que ocurrió con la intervención de Beatriz Polledo (PP) sobre aspectos de la gestión en los Establecimientos Residenciales de Asturias (ERA), que son verdaderamente chocantes. Para hacer frente al gasto que suponen las sentencias judiciales adversas y las demoras, se detraen recursos de partidas destinadas a la alimentación del ERA. En los últimos nueve meses, por esa vía se fueron 1,3 millones de euros. La consejera de Derechos Sociales y Bienestar, Marta del Arco, aclaró que la mayoría de los pagos correspondían a sentencias de años anteriores. Si no se aportan argumentos, es difícil pensar que ese tipo de gasto varíe sustancialmente de unos ejercicios a otros.
Si la primera parte de este asunto está relacionada con el gasto desorbitado en actividades que no deberían originarlo, la segunda tiene que ver con el desvío de las partidas reservadas para la alimentación de los ancianos hacia objetivos de mera gestión económico-administrativa (demoras, impagos). Detraer 101.000 euros de las partidas de alimentación para hacer frente a facturas debería ser una decisión extrema. En puridad, sólo cabe hacer ese desvío de recursos si los pagos satisfacen cuestiones tan importantes, o más, que los alimentos que se dejan de adquirir. Del Arco no entró en profundas reflexiones sobre alimentos, demoras, pagos, sentencias condenatorias, etc. Despachó el expediente en términos más pedestres: hubo problemas con la empresa de ‘catering’ adjudicataria del servicio (incumplió el contrato), lo que obligó al ERA a proveer de materia prima a las cocinas. Y terminó así: «Yo no sé si se pudieron ajustar al menú, pero estoy segura de que comieron perfectamente».
Claro que sí. Da gusto gobernar desde apriorismos. Si se da por bueno ese tipo de decisiones, ya sabe lo que hay que hacer la próxima vez que necesite realizar un ajuste en el gasto de las residencias. ¿Cuándo un nonagenario, que no habla ni levanta la vista del suelo, desplazado en silla de ruedas hasta el comedor, se queja del menú? Es muy cómodo pensar que personas incapacitadas para la protesta comen a plena satisfacción. No cabe hacer juicios rotundos, sin comprobaciones, con los más vulnerables.